La importancia crucial de las emociones. II
- Las defensas del ego y "las puertas del cerebro"
El
trabajo del dolor original se basa en la hipótesis de que el primer
trauma se encuentra paralizado e inhibido. Se exterioriza porque nunca
ha sido resuelto, y no puede resolverse porque nuestro mecanismo de
inhibición (las defensas del YO) impide que sepamos que el dolor está
ahí.
"No puedes saber lo que no sabes", es un lema que usamos en
terapia. Exteriorizamos nuestros sentimientos, los interiorizamos o los
proyectamos en otros. Como no podemos sentirlos, y como son problemas
sin resolver, necesitamos expresarlos y éstas son las tres únicas formas
en que el niño herido sabe hacerlo. Pero exteriorizar, interiorizar y
proyectar no son soluciones definitivas. Una adicción (un problema
esencial del niño herido) no termina cuando el adicto deja de beber o de
drogarse, sino que suele desplazarse hacia otro lugar, como por
ejemplo, al juego o al trabajo.
Hasta que no se tramita el dolor
original del niño herido, se continúa exteriorizando esa necesidad
insaciable de excitación y de cambios de humor. Las defensas del YO
mantienen inhibidas las emociones.
Las puertas neuronales son las
vías que controlan la información entre los tres sistemas (reptiliano,
límbico y neocórtex). Lo que llamamos represión tiene lugar
principalmente en la puerta entre el cerebro racional y el sensorial:
cuando el dolor emocional del sistema límbico rebosa, un mecanismo
automático cierra la puerta del neocórtex. Es como si nos llegaran
ruidos desde otra habitación y fuésemos a cerrar la puerta.
Freud
decía que las defensas primarias del ego se integraban en otras
secundarias más sofisticadas a medida que el hombre maduraba. Estas
defensas secundarias toman una cualidad racional, por ejemplo,
raciocinio, análisis, intelectualización, justificación y minimización.
Hoy
podemos afirmar que el sistema de apertura y cierre del neocórtex (el
cerebro racional) funciona "para vencer los hábitos y las memorias del
pasado: el neocórtex está muy relacionado con la supresión del pasado".
Estos
hábitos y memorias incluyen las huellas marcadas profundamente (caminos
neuronales) por un estrés abrumador y por los traumas. De este modo,
nuestro cerebro intelectual puede funcionar (o al menos es lo que los
mecanismos defensivos intentan) "libre" de los ruidos y señales que se
generan en nuestro mundo interno.
Pero esas señales no se van.
Los científicos aseguran que continúan viajando, una y otra vez, por los
circuitos cerrados de las fibras nerviosas del sistema límbico.
Las
defensas del YO evitan así momentáneamente la tensión y el dolor. Pero
éstos permanecen. Se registran en el área subcortical como un
desequilibrio, una consecuencia de una acción malograda que espera la
liberación y la integración. La energía del trauma original permanece
como una tormenta eléctrica cuya tensión reverbera a lo largo de todo el
sistema biológico. Gente con vidas aparentemente racionales pueden
seguir teniendo vidas emocionales atormentadas. Sus tormentos continúan
porque su trauma original está sin resolver.
Para transformar
esto, no hay otro camino que “abrazar” ese dolor original. Esto es el
sufrimiento legítimo del que hablaba Jung.
- El dolor original como trabajo de duelo
Lo
bueno es que ese trabajo del dolor original encierra su propio proceso
de curación natural. El dolor es el sentimiento que cura. Nos curaremos
de forma natural sólo con que se nos permita afligirnos.
El dolor
comprende todas las escalas de las emociones humanas. El dolor original
es una acumulación de conflictos que no se han solucionado y cuya
energía se ha incrementado rápidamente con el tiempo. El niño interno
herido está congelado porque no hubo forma de que hiciese este trabajo.
Todas sus emociones están atadas por la vergüenza tóxica; vergüenza que
es el resultado de la ruptura de nuestro primer "puente interpersonal".
Llegamos a pensar que no podíamos depender de los que cuidaban de
nosotros. Como nos hemos sentido abandonados (real o simbólicamente),
llegamos a creer que no teníamos derecho a depender de nadie.
Hipersensibilidad a determinadas situaciones, exaltaciones exageradas
del ánimo, conductas extrañas y repetidas, agresividad, aislamiento,
autosabotajes o miedo a la dependencia son algunas de las consecuencias
principales de esta vergüenza tóxica.
Extracto de Volver a casa. John Bradshaw
Pag. Anterior: Varios/Otros - La importancia crucial de las emociones. I
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/index.php?ndx=2608
Pag. Siguiente: Varios/Otros - El miedo al compromiso.
http://www.trabajadoresdelaluz.com.ar/index.php?ndx=2610
No hay comentarios:
Publicar un comentario