LUZBY BERNAL

martes, 19 de marzo de 2013

De la mano van las fuerzas y el descanso.

Francesco -

De la mano van las fuerzas y el descanso. Tomados del brazo caminan el trabajo y el deseo.

Muchas veces puedes sentirte como suspendido en la nada.
Cansado, agobiado, sin fuerzas.
Esa sensación no es real, tu mente negativa se apoderó de ti.
Esa mente tirana y egoísta.
¿Cansado? ¿Quién puede estar cansado? ¿Dé qué puede estar cansado?
Se cansa el que trabaja en lo que no le gusta, se agota el que no tiene imaginación.


- Discurso del Maestro de la Prosperidad y la Abundancia.

Rosario —que ahora usaba otro cuerpo y el nombre de Camila— se encontraba tirando algunas monedas en un lago cercano a su casa de fin de semana.

Esa tarde, un rato antes, estaba sentada descansando en el banco de una plaza cuando se le sentó a su lado un hombre que ella recordaba haber visto alguna vez en algún lugar, pero no recordaba bien dónde.

Vio tiradas algunas monedas en el borde del lago y se le ocurrió ponerse a jugar.

Metió la mano en su bolsa, buscó las monedas y pensó qué deseos sería conveniente pedir. A los pocos segundos le vinieron algunas imágenes obscuras y frías. Entonces se dispuso a pedir deseos por cada moneda que tiraba en la orilla del lago. Y así fue arrojando una a una las monedas pero al arrojar la última cerró los ojos y pidiendo con todo su corazón, dijo en voz baja:

—Yo pido por que de una forma u otra mi matrimonio cambie y se renueve. Pido porque vuelva la armonía y la compasión. Pido porque mi pareja tan solo con mirarme pueda saber mis gustos. Pido que mi pareja pueda darse cuenta de cuánto necesito volver a sentirme acompañada. Pido una receta para enamorarme del padre de mis hijas.

Ella buscó un banco cerca para sentarse porque no se sentía con fuerza para caminar. El sol estaba demasiado fuerte, la garganta se le había secado y casi no le quedaba agua en su pequeña botella.

El hombre, que ya se había sentado a su lado, se puso de pie de repente, caminó hacia la fuente y sacó de ella la última moneda que Camila había tirado, estiró la mano y se la devolvió diciéndole:

—¡Esta no sirve!

Camila creyó que era un mendigo y entonces le hizo señas con la mano de que podía quedársela.

El hombre comenzó a hablarle.

—¡Qué bonito día!

—Sí, ¡pero hace demasiado calor! Las temperaturas altas me cansan.

—No se ve cansada.

—Trato de que no se note, pero tengo este cansancio encima desde hace varios años.

—Y ¿cómo es ese cansancio? —preguntó el desconocido mientras tenía puesta la mirada en la moneda que sostenía su mano.

—Porque siento que no tengo fuerzas, quisiera dormir todo el día.

—¡Ah, entiendo! Usted se quiere evadir de la vida durmiendo. Las cosas así no se arreglan, sólo se acumulan los problemas, se acrecientan las preocupaciones, sentirse cansada le quita energía.

—Y ¿cómo lo sabe, es terapeuta, acaso?

—No, no lo soy. Sólo sé leer las manos. Mi abuela, que era una mujer muy sabia, me enseñó a hacerlo, las leo muy bien, nunca me equivoco, digo lo que veo en cada línea.

—¿También puede ver la muerte?

—La muerte no existe. ¿Cómo sabe usted si ésta es la vida? Todo es una ilusión, hay otros tiempos que no manejamos, otras dimensiones que no conocemos.

Y Camila sorprendida le contestó.

—Pero ésta es la única vida que conozco, es la que me tocó. En la vida, lo único que te toca es elegir, y tú elegiste estar cansada. Quizás ésta sea una postura que te sirve para quejarte y para llamar la atención.

A lo mejor crees estar haciendo lo suficiente y estás haciendo las cosas mal.

—Puede ser, quizás tenga razón. Hágame un favor, tome mi mano y léala. ¿Cuál prefiere que le dé, la derecha o la izquierda?

—La mano del corazón herido.

—¿Cómo sabe que tengo el corazón herido?

—¡Quién no lo tiene! ¿Quién no cree que debería tener más de lo que tiene? No olvide que casi todos se quejan de no lograr todo lo que quieren y el todo no existe. No existe que se dé todo, tampoco existe que no se dé nada.

—Me siento la persona más ingrata con Dios, no hago las cosas tan bien como me gustaría.

—¿Comparada con quién usted es la persona más ingrata, la más inútil? Le pido un favor… nunca se compare. Siempre habrá peores y mejores que usted. Deme su mano, déjeme sentir lo que siente.

Camila, confiada plenamente de la energía de este hombre, extendió la mano y se dispuso a escuchar.

— ¿Qué ve? — preguntó.

—Veo la separación de su matrimonio casi inmediata.

En la línea del corazón se refleja que usted tiene una pareja de hace muchos años y también veo que esta línea se bifurca. ¿Ve esa marca? Sí.

—En esta línea, ¿Qué edad tiene?

—Treinta y tres años.

—Ah, claro, es la edad en la que se resucita.

—¿O te mueres?, —dijo Camila en tono irónico.

—Bueno, para resucitar hay que morir. 

Le explicaré algo, las personas somos seres de Luz y armonía, y si nos mantenemos dentro de nuestra naturaleza, entonces estamos en armonía con el Universo y todo, absolutamente todo, reinará para bien de nuestra vida.

Yanum la miró a los ojos y se atrevió a tener un trato más protector mientras le decía: Tú puedes vivir la vida como si fuera una flor, un árbol, un bosque, un jardín.

Y un jardín también puede ser un paraíso. Y se puede convertir en bellos paisajes porque tiene la flexibilidad de aguantar fuertes vientos, y a pesar de sufrir tempestades, la naturaleza no es rencorosa y apenas sale el sol el paisaje vuelve a brillar.

Tienes que ser flexible ante la vida para que puedas sentir que revives a tus treinta y tres años.

Tienes que aprender a no juzgar a nadie y a nada. Sería bueno para ti que pudieras aprender a vivir sin disfraces, ni máscaras. Debes estar abierta a compartir los latidos del corazón de la humanidad. La vida es amor. Y el amor es el imán del alma. Si estás abierta a la armonía de tu jardín, entonces serás la beneficiada de tu propio paisaje junto al de tu entorno.

En tu vida hay jardines interiores, que construyes con la plenitud de lo que desees vivir.

Y todo el tiempo es vivir morir y renacimiento.

Hoy, aquí y ahora, eres una mujer con treinta y tres años demasiado asustada. Mira tu mano, cuando las líneas forman una estrella de cinco puntas en el centro de la palma, como la que tienes marcada aquí, esas líneas están diciendo que eres un ser de Luz muy especial, eso significa que tienes poderes paranormales.

Camila, sorprendida, clavó los ojos en la mirada de Yanum y, con un tono descreído y un poco risueña, le preguntó:

—¿Poderes para qué?

—Ya lo sabrás, ahora permíteme ayudarte. Te regalaré un ejercicio para que no te sientas cansada.

Yanum le soltó la mano y le pidió que se acomodara en el banco donde estaba sentada, que cerrara los ojos y respirara profundamente una y otra vez.

— Si algún pensamiento interrumpe déjalo que entre. Respira más profundo aún, relájate más y más. El pensamiento que puede venir a interrumpirte viene, entra y se va, así como lo hacen las olas en el mar, entran, vienen y se van.

Otra respiración más y otra más.

Escucha bien el mensaje que hoy tengo para ti.

Cuando el sol sale cada mañana, lo hace con ganas, él no se cansa, sale una y otra vez sin la más mínima pereza.

Cuando cada noche salen las estrellas, ellas no se quejan. Aunque tú no las mires, brillaran como siempre y seguirán saliendo una y otra vez.

Cuando la luna es cubierta por alguna nube, ésta no se molesta, confía en que la nube en algún momento se correrá y entonces podrá alumbrar tus noches aunque no tengas tiempo de observarla. Ella estará siempre presente.

Cuando las flores se abren cada mañana no reniegan de que las haya mojado el roció, aunque después el sol le seque sus pétalos, la flor se abre para que la observes y te maravilles. Pero si no lo haces, ella igualmente seguirá sin oponerse a su destino.

Y tú me dices que estás cansada. Cuanto más te lo digas más te cansaras,

No reconozcas el cansancio y sucederá lo mismo que con la enfermedad: cuando no la reconoces ella se va.

¿Sabías que las líneas de la mano solamente están marcadas para ser leídas?

Sólo están para que puedas ver el destino en una persona. Y como todo cambia, las líneas también acompañan el cambio. Muchas veces estas líneas cambian sin que te des cuenta. 

Las líneas de las manos se van modificando. En cuanto creces se van viendo con más nitidez. Aquí tienes la línea de tu Misión y de todos tus amores, los posibles y los imposibles, los viajes, las mudanzas, las muertes y los nacimientos, y triunfos y experiencias inesperadas.

Pero te enseñaré a interpretarlas y también a que puedas darte cuenta cuando esas líneas te están por cambiar.

Míratelas, si quieres fotografíalas para que tengas una muestra de ellas.

Cuando tengas una emoción muy fuerte las manos te picarán.

Camila lo observaba con la boca abierta, el brillo de sus ojos había comenzado a irradiar una inmensa Luz en la mirada de este extraño y extravagante hombre.

El hombre hablaba sin siquiera dejarle decir una frase a su bonita interlocutora.

—Y tú, ¿por qué te quejas? Mira cuántas cosas tienes que hacer, cuánto camino recorrido y por recorrer.

Te levantas todas las mañanas y agradeces, ¿o te colocas en la queja? ¿Te sonríes o te enojas?

Mira cuántas cosas haces al día, cuánta energía tienes adentro de tu corazón para enseñarles a los demás lo que es vivir bien.

Por favor no te quejes, sólo debes tener paciencia con tu vida.

Recuerda que sólo falta que las líneas de tus manos empiecen a cambiar para que puedas darte cuenta que falta poco para que un “hombre te quiera de verdad”, para que los éxitos te acompañen y el carro de tu vida no te resulte tan pesado.

Y Camila explotó en llanto, nunca lo había hecho delante de un extraño, pero no le importó.

Se sintió confiada y cómoda con ese extraño hombre.

Ella sacó de su billetera las fotos de sus queridas hijas y orgullo se las mostró.

—Te presento a mis hijas, ellas son mi felicidad. Soy capa de dejar todo por ellas.

Y Camila sonrió, se secó las lágrimas con el puño de su blusa blanca y él se levantó a comprarle un refresco.

Ella se quedó unos segundos meditando con la mirada clavada en sus pequeñas.

El señor le regaló la bebida de cola que ella habría elegido y mientras se la entregaba le dijo:

—Recuerda que tus hijas no son tuyas, son hijas de la vida. Recuerda que tú sólo estás para darles amor incondicional, educación y enseñarles a volar. No ancles su vuelo, en algún momento déjalas libres y recupera tú también esa libertad que te enriquecerá el alma. Viaja, conoce, estudia, vive, ríe y canta como si nadie estuviera observando tus decisiones y tus locuras.

Y Camila lo escuchó con atención y respeto. Abrió su refresco, y un ataque de tos hizo que derramara la bebida sobre su falda, lo que les provocó un ataque de risa.

El señor fue nuevamente a pedir unas servilletas de papel para Camila, pero ella le hizo una seña que no se molestara, el sol le secaría en minutos su falda.

Ella se levantó del banco, empezó a caminar hacia la iglesia que estaba frente a la plaza y él le preguntó si podía acompañarla, a lo cual Camila le pidió que no se ofendiera, pero que prefería estar sola.

Entonces el señor le dio un papel arrugado y amarillento y le escribió con un pequeño lápiz negro unas palabras que eran increíblemente raras.

Parecía algún alfabeto desconocido.

Ella preguntó qué era pero él le dijo:

—No preguntes nada, sólo guárdalo.

Y Camila, que era muy obediente, abrió la cartera y lo escondió en el bolsillo interno.

Luego le dio un abrazo muy cálido y él con toda la ternura le besó la frente.

Pasaron sólo dos días de ese encuentro cuando Camila comenzó sus tareas en su trabajo después del viaje que le había dejado un sabor dulce y un aroma a sahumerios en su memoria y en su dulce corazón.



Extracto de "Francesco decide volver a nacer de Yohana Garcia"





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