La cuestión del optimismo y del pesimismo va mucho más lejos de lo que se piensa en general. Sólo el que busca los bienes espirituales puede ser verdaderamente optimista. Mientras que el que se concentra en los bienes materiales, incluso si primero está lleno de esperanza, un día u otro se verá obligado a abandonar sus ilusiones.
Optimismo y pesimismo sobreentienden dos filosofías de la vida. El pesimista no ve más allá que las pequeñas cosas de la Tierra, mientras que el optimista abre su alma a las vastas extensiones del Cielo. Sabe que la predestinación del hombre es volver a alcanzar algún día su patria celeste. En el camino que conduce hasta esta patria, encontrará, evidentemente, el mal bajo todas sus formas, sufrirá, dudará de los demás y de sí mismo, se desanimará. Pero incluso en los peores momentos no se hundirá, porque en su corazón, en su alma, permanece inscrita la verdad de que Dios lo ha creado a su imagen, y que esta imagen de Dios contiene en potencia todas las riquezas, todas las victorias.
Omraam Mikhaël Aïvanhov
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