Juzgando por el artículo de Jeffrey Zaslow
en el periódico Wall Street Journal (10/06/10), no estoy sola en mi
temor por las reuniones de apoderados. Y si bien ninguna de mis
experiencias puede superar a la maestra de segundo grado en Michigan
que le dijo a una madre, "Si su hijo no empieza a tomar Ritalín, yo me
retiro", definitivamente he tenido algunas experiencias menos que
estelares.
Está la vez en que le expliqué a una maestra que estaba ocupada
recitando como loro el mantra de "este niño necesita trabajar más" que
trabajar más era en sí mismo un desafío para este niño en particular.
"Bueno, mala suerte para él", respondió la considerada maestra.
O que les parece la maestra que decidió analizarnos, "Ustedes tienen
una familia demasiado grande y esta niña sencillamente no está
recibiendo suficiente atención. Por eso está obteniendo malas
calificaciones". Si esta maestra hubiese hecho su tarea (!) y hubiese
leído los archivos, entonces, habría visto que esta niña en particular
estaba bajo el nivel de su grado y que sus calificaciones no eran malas
sino que por el contrario, eran un logro tremendo, el resultado de
mucho esfuerzo extra por parte de ella y de sus padres.
O está la vez en que la maestra no pudo ni siquiera esperar a que
nosotros llegáramos sino que tuvo que llamarnos por teléfono y comenzar
a enumerar los problemas y las dificultades de mi hijo. "¿Podría
comenzar por sus fortalezas y lo que le gusta de ellas?", pedí yo.
Pero es demasiado fácil simplemente desacreditar a las maestras. Hay
maestras fantásticas y devotas de quienes mis hijos se han beneficiado
enormemente, y están aquellas que parecen ejemplificar el popular
dicho "Aquellos que pueden, lo hacen y aquellos que no pueden, enseñan"
Así mismo hay padres buenos y atentos y otros demandantes y
destructivos.
Entonces, ¿cómo hacemos que las reuniones entre padres y maestros no
sean una experiencia horrible? El artículo de Wall Street Journal
tiene varias sugerencias. La que yo trato de utilizar más a menudo es
ver a la maestra como tu compañera. Y además (aunque ellos no dicen
esto), ser agradecida. Enseñar es un trabajo muy difícil. No es un
trabajo que yo querría. No es un trabajo que me siento capaz de hacer.
Cuando uno de mis hijos me cuenta sobre las (afables) travesuras de su
clase, yo me río, "Gracias a Dios no soy su maestra". Y en la mayoría
de las clases, mis hijos están aprendiendo y creciendo y estoy muy
agradecida de las maestras por la experiencia.
Así que, tanto como yo querría que la maestra comenzara con
alabanzas de mi hijo antes de pasar a las áreas que necesitan trabajo,
así también con las maestras. Yo intento comenzar (o al menos terminar)
con alabanzas – y empatía por la dificultad de su tarea, especialmente
en medio de restricciones financieras y recalcitrantes estudiantes y
padres.
Todos quieren ser apreciados y la mayoría de las maestras lo merecen.
También hay un interés personal aquí. Queremos a las maestras de
nuestro lado. Queremos que tengan una inclinación positiva hacia
nuestro hijo. No podemos intimidarlas para que adquieran esa
perspectiva.
Y es una sociedad, una alianza. "¿Hay alguna cosa que podamos hacer
para facilitar su trabajo?", pregunta mi esposo siempre.
Presumiblemente tenemos la misma meta. Es más probable que se logre si
trabajamos juntos y no en contra.
La Torá enseña que hay tres socios en la creación de un niño – la
madre, el padre y Dios. Yo agregaría que durante sus años escolares,
sus maestras deben convertirse en el cuarto socio. Ellas necesitan
invertir en su relación con nuestros hijos y nosotros debemos invertir
en ellas.
Los padres también debemos ser honestos. Sí, hay algunas maestras
malas o incompetentes. Un año, uno de mis hijos tuvo una maestra que
claramente estaba deprimida y no era apropiada para la clase. La
administración reconoció el problema pero no querían hacer cambios.
"Les debemos una", dijeron ellos.
Pero nuestros "pequeños angelitos" no siempre están a la altura de
sus nombres. Debemos reconocer que nuestros hijos pueden estar
desmotivados, pueden ser demasiado habladores (¿por qué vi eso en
tantos informes escolares?) o simplemente pueden no comportarse de
acuerdo a los estándares de la escuela. Esta es nuestra responsabilidad
también y debemos hacernos cargo.
Cuando las parejas se quejan el uno del otro, es importante recordar
que, con raras excepciones, se necesitan dos para que haya un
argumento. Hay dos lados en cada historia. La relación maestro-alumno
es muy similar. A veces hay una maestra abusiva que debería ser sacada
del sistema, es verdad, pero frecuentemente, a pesar de las inocentes
protestas de nuestros niños, hay dos lados en la historia.
Este es un buen punto de partida para cualquier situación adversa en
las reuniones entre padres y maestros. "¿Por qué no me cuenta la
historia desde su perspectiva?". "¿Qué cree usted que pasó?". "¿Por qué
piensa que a usted y a mi hijo les cuesta tanto llevarse bien?"
Mientras las preguntas sean hechas con preocupación y respeto y no de
forma provocadora, podrás investigar más profundamente y probablemente
llegarás a un panorama más completo y claro de la situación.
Una de las madres entrevistadas sugirió llevar barras de chocolate
para las maestras. Es simplemente un pequeño obsequio de
agradecimiento. Es gracioso – nosotros siempre llevamos barras de
chocolate en miniatura para esconder en el escritorio de nuestros hijos
para que ellos las encuentren al día siguiente. ¿Por qué no podrían
las maestras recibir también un regalo? Ellas están trabajando igual de
duro.
El chocolate sirve mucho para resolver muchos problemas pero incluso
más importante que el chocolate (¿hay algo más importante que el
chocolate?), es la gratitud. Al iniciar la plaga de la sangre en
Egipto, Moisés tuvo prohibido golpear el río Nilo, porque el río Nilo
lo había protegido cuando pequeño. El Nilo no tomó una decisión moral
activa de proteger a Moisés. Sin embargo, Moisés todavía tenía que
comportarse con gratitud hacia él. ¿Cuánto más aun por aquellos que nos
entregan activamente a nosotros y a nuestros hijos por extensión? Y,
¿quién le entrega más a nuestros hijos que sus maestras? Les debemos
tanto. Y si esa es la actitud que llevamos a las reuniones entre padres
y maestros, entonces, ciertamente será una experiencia más
satisfactoria y productiva. La mayoría de las veces.
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