El presidente de Starbucks aprende de Rav Nosson Tzvi Finkel zt''l acerca de la vida.
8 de noviembre de 2011 – El mundo judío
está sumido en luto con el reciente fallecimiento de Rav Nosson Tzvi
Finkel, el Rosh Ieshivá de Mir en Jerusalem.
Yo crecí en viviendas subvencionadas por el gobierno en Brooklyn.
Fui parte de una generación de familias que compartían el sueño
americano. Mi padre tenía una serie de trabajos de obrero. Un hombre
sin educación, él fue por así decir ‘golpeado’ por el sistema. Él era
un veterano de la Segunda Guerra Mundial quien tenía grandes
aspiraciones sobre América, pero su sueño no se estaba haciendo
realidad.
A los siete años, llegué a casa un día y encontré a mi padre tumbado
en el sillón de nuestro apartamento de dos habitaciones con un yeso de
pierna completa; se había caído en el trabajo y se había quebrado su
pierna. Esto fue mucho antes de la invención de los pañales
desechables, y él trabajaba como un chofer de distribución de pañales
de tela. Él odiaba amargamente su trabajo, pero en ese día en
particular, él deseaba tenerlo nuevamente. En la América de 1960, la
mayoría de las compañías no tenían compensación para los empleados y
tampoco hospitalización para un obrero que tuvo un accidente. Vi de
primera mano la difícil situación de la clase obrera.
Esa experiencia tuvo un efecto significativo en mi visión de mundo.
Cuando llegué a una posición de alta responsabilidad en Starbucks, lo
que quise hacer fue construir un tipo de compañía en la que mi padre
nunca tuvo la oportunidad de trabajar.
Nosotros en Starbucks hemos estado intentando crear una industria
que no existía antes, un tipo de marca que es muy inusual. Nos dijimos a
nosotros mismos que si queríamos construir una gran empresa y una
marca que representara significado, relevancia y confianza, entonces,
primero debíamos construir confianza con nuestros propios empleados.
Así que intentamos escribir en conjunto una estrategia en la que
aquellos que trabajaban para el negocio realmente formaran parte de
algo. Como resultado, en 1989 comenzamos a proveer equidad en forma de
acciones para nuestros empleados.
Un negocio exitoso está construido sobre valores auténticos.
Cuando hicimos esto, teníamos unos cuantos cientos de empleados y
menos de 50 tiendas. Hoy en día, tenemos cerca de 50.000 empleados, a
quienes llamamos socios, y abriremos nuestra tienda número 3.500 a
fines de este mes. Hemos construido, pienso yo, un negocio duradero en
base a una premisa que dice que la experiencia que creamos dentro de
nuestra compañía será el mecanismo determinante para construir nuestra
marca. Primero debemos cuidar a nuestro personal.
Un negocio debe ser construido en base a un conjunto de valores, una
base que es auténtica, para que puedas ver en el espejo y sentirte
orgulloso de lo que está ocurriendo.
Recientemente yo estaba caminando por una calle muy exclusiva en
Londres. Había una tienda de diseñador tras otra. Tiendas caras, rentas
caras. Viendo de reojo, vi un escaparate que simplemente no encajaba.
Tenía unos 4 metros de ancho, y no más de 50 metros cuadrados de
tienda. En medio de todos estos lujosos carteles y lujosas tiendas,
esta tienda tenía una palabra sobre la puerta: "Queso". No pude
entender lo que era, así que curioso, entré.
Detrás del mostrador había un señor mal vestido de 70 años, y yo era
el único cliente. Apenas entré, él revivió. Le dije, "No sé mucho
acerca de Londres, pero me parece que esta tienda realmente no encaja
en esta calle". Él respondió, "Muchas personas me han dicho lo mismo,
joven. Pero la verdad es que ha estado aquí por más de 100 años".
Yo dije, "Estoy seguro de que puede hacer mucho más dinero con esta
tienda si la arrendara o si vendiera su negocio". Él contestó, "Bueno,
no la voy a arrendar porque soy dueño del edificio. El legado, sentido
de responsabilidad y orgullo que siento es por las generaciones de mi
familia que vinieron antes que yo. Es por eso que vengo a trabajar cada
día para ser un proveedor de queso, para honrar a las personas que
vinieron antes que yo".
El queso revivió con sus palabras.
Piensa en todas nuestras experiencias cada día. ¿Cuán a menudo
alguien nos honra a nosotros como consumidores? Rara vez. Pero cuando
ocurre, el poder del espíritu humano realmente penetra. Al final del
día, cuando el negocio es realmente bueno, no se trata de construir una
marca o de hacer dinero. Eso es un medio para un fin. Se trata de
honrar el espíritu humano, honrar a las personas que trabajan en el
negocio y honrar al cliente.
Cuando estuve en Israel, fui a Mea Shearim, el área ultra-ortodoxa
dentro de Jerusalem. Junto con el grupo de hombres de negocios con el
que yo estaba, tuve la oportunidad de tener una audiencia con Rav
Nosson Tzvi Finkel, el director de una Ieshivá de ahí [la Ieshivá de
Mir]. Nunca había escuchado de él y no sabía nada sobre él. Entramos a
su despacho y lo esperamos 10 o 15 minutos. Finalmente, se abrieron las
puertas.Rav Finkel estaba severamente afectado con la enfermedad de Parkinson. Nuestra inclinación fue desviar la mirada.Lo que si sabíamos era que Rav Finkel estaba severamente afectado con la enfermedad de Parkinson. Él se sentó en la cabecera de la mesa, y, naturalmente, nuestra inclinación fue desviar la vista. No queríamos avergonzarlo.
Todos estábamos mirando hacia otro lado, y de pronto, escuchamos un
gran golpe en la mesa: "Señores, mírenme, y mírenme ahora mismo". Su
aflicción del habla era peor que su temblor físico. Era realmente
difícil escucharlo y mirarlo. Él dijo, "Tengo solamente unos pocos
minutos para ustedes porque sé que ustedes son hombres de negocios muy
ocupados". Ya saben, sólo una pequeña idea.
Entonces él pregunto, "¿Quién puede decirme cuál es la lección que
aprendimos del Holocausto?". Miró a uno de los tipos, quien no sabía
que hacer – era como ser llamado adelante por la profesora en quinto
grado sin saber la respuesta. Y el tipo dijo algo benigno como,
"¿Nunca, nunca olvidaremos?". Y el Rav lo rechazó por completo. Me
sentí terrible por el tipo hasta que me di cuenta que el Rav se estaba
preparando para llamar a alguien más. Todos nosotros estábamos como
escondidos bajo la mesa, mirando para otro lado – ya saben, por favor,
que no sea yo. Él no me llamó a mí. Yo estaba sudando. Le preguntó a
otro tipo, quien ofreció una respuesta fantástica: "Nunca más seremos
víctimas o testigos inocentes".
El Rav dijo, "Ustedes no entienden. Está bien señores, déjenme
explicarles qué fue lo que aprendimos, déjenme explicarles cual es la
esencia del espíritu humano".
"Como ustedes saben, durante el Holocausto, las personas eran
transportadas en tren de la forma más terrible e inhumana posible.
Ellos pensaban que iban a un campo de trabajo. Todos sabemos que ellos
iban a un campo de muerte.
"Luego de horas y horas en este corral inhumano sin luz, sin baño y
con mucho frío, ellos llegaban a los campos. Las puertas se abrían, y
ellos eran cegados por la luz. Los hombres eran separados de sus
mujeres, madres de hijas, padres de hijos. Y luego eran enviados a las
barracas a dormir.
"En las barracas, solamente a una persona por cada seis se le
entregaba una manta. La persona que recibía la manta, cuando se iba a
acostar, tenía que decidir, "¿Voy a estirar la manta para las otras
cinco personas que no recibieron una, o voy a tirarla hacia mí para
mantenerme caliente?".
Y el Rav Finkel dijo, "Fue durante aquel momento decisivo que
aprendimos el poder del espíritu humano, porque estiramos la manta para
otros cinco".
Y con eso, él se levantó y dijo, "Tomen su manta. Llévenla de regreso a América y estírenla para otras cinco personas".
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