Objetivo: Demostrar que Jesús es el modelo de ser humano que Dios espera que seamos todos los que somos sus discípulos.
Texto de oro: Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis.
Introducción
Cuando Poncio Pilato juzgó a Jesús, sin
querer y sin saber, hizo una declaración llena de verdad. Narra la
Escritura de esta manera: “Y salió Jesús, llevando la corona de espinas y
el manto de púrpura. Y Pilato les dijo: ¡He aquí el hombre!” (Juan
19:5). Esta frase final tiene mucho sentido. Jesús es el modelo del
nuevo hombre, el verdadero, el que Dios ha tenido como propósito para
todo ser humano. Si Jesús es modelo del nuevo hombre, luego entonces
¿existe un viejo hombre? Sí, su modelo es Adán.
Las dos cabezas de la humanidad. Romanos 5:12, 15 y18; 1Corintios 2:14; 2Pedro 2:21-23; Romanos 6:6.
Adán y Jesús son los iniciadores de las
dos naturalezas de la humanidad. Adán fue nuestro padre en el sentido
carnal, lo que somos lo heredamos de él puesto que los hijos se parecen a
los padres. Lo negativo de la herencia que recibimos de Adán es el
pecado. Adán pecó y atrajo sobre sí el juicio divino. Como sus
descendientes heredamos su pecaminosidad y todas sus consecuencias, la
peor de ellas es la muerte tanto física como espiritual. Los seres que
proceden de este tronco son definidos en la Escritura como el hombre
natural. Todos nacemos así, tal y como venimos a este mundo, sin más,
somos hombres naturales.
Jesús es principio de una nueva
humanidad. Si Adán fue pecador, Jesús fue perfectamente santo, nunca
hizo pecado ni se halló engaño en su boca. Los que nacen de Adán son
pecadores como él, los que vuelven a nacer de Jesús, el Cristo, son como
él, santos y en busca de lo espiritual. El nuevo nacimiento es un
evento espiritual que nos da entrada a una nueva familia, es un nuevo
comienzo que da como fruto el nuevo hombre.
La lucha espiritual. Juan 1:11-13; Gálatas 5:17-24; 2Corintios 5:17; Romanos 12:21
Cuando nos convertimos en hombres
espirituales, nacidos según Dios. Comienza una lucha en nuestro interior
entre el viejo hombre y el nuevo, entre la carne y el espíritu. Cuando
la Biblia usa la palabra “carne” le da el sentido de dominio del pecado,
estar en la carne es estar dominados por el pecado. Un ser humano sin
Cristo sólo sabe actuar como pecador, actúa según la carne, odiando,
mintiendo, blasfemando y cosas como estas. Cuando Cristo viene, lo
primero que hace es despertar nuestra conciencia, él cambia nuestra
manera de pensar, nuestra forma de ver la vida y los asuntos de la vida,
comienza a impulsar a nuestro espíritu a tomar el dominio de nuestras
acciones y poco a poco vamos obedeciendo el impulso espiritual, el
espíritu comienza a ganar terreno sobre la carne. Aprendamos a vencer el
mal con el bien.
Crecer hasta la estatura del hombre perfecto. 1Pedro 2:1-3; Colosenses 3:9-10; Efesios 4:13-15.
La Biblia ilustra este hecho haciendo un
paralelo con los niños recién nacidos, poco a poco van creciendo, van
tomando fuerza hasta que pueden valerse por sí mismos en muchas cosas.
Cuando nacemos de nuevo somos niños en Cristo y vamos creciendo, cada
vez más y en diversas situaciones vamos aplicando los principios
espirituales, nuestra estatura es mayor y nuestra forma de responder es
cada vez más espiritual. Debemos de crecer cada vez más hasta que
alcancemos la estatura del hombre perfecto, es decir, hasta que nos
parezcamos a Jesucristo, esa es nuestra meta. Quizás pensemos que nunca
podremos llegar a su estura, es cierto, mientras estemos en este cuerpo
de carne, pero debemos de esforzarnos por imitarle siempre y en todo.
Esto quiere decir que se debe notar que vivimos una vida nueva como
hijos que imitan a su Padre (Efesios 4:22-5-1).
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