LUZBY BERNAL

miércoles, 6 de junio de 2012

El ADN y el Gran Experimento. II



  El ADN y el Gran Experimento. II




El experimento nos enseñó que, al igual que vuestros ingenieros genéticos actuales, habíamos asumido el papel de Dios hasta llevarlo al extremo —habíamos sobrepasado nuestros límites—, y que semejante manipulación genética os negaba el proceso del descubrimiento propio y la travesía del Espíritu. Os negaba la elección de la cual hemos hablado con tanto énfasis, e interfería en el Plan Maestro del Creador.

Como recién nacidos de un planeta tridimensional en evolución, no os correspondía tener ese tipo de conexiones supergenéticas, pues no estaba en armonía con la naturaleza misma de la evolución en vuestra realidad. En verdad, fuisteis hechos para poblar Gaia en su fase física de evolución y, como raza, despertar junto con ella. Debía ocurrir en este tiempo, previsto por el Creador Supremo, pues teníais que llegar a los límites de la realidad física y exacerbar los extremos de su polaridad como parte del diseño mismo de la evolución de Gaia.


¿Entendéis la importancia de lo que os decimos aquí?

Esperamos que comprendáis que a las fuerzas oscuras se les permitió perturbar el proceso de vuestra incubación porque, al igual que todas las demás especies sensitivas, vosotros teníais que transitar el camino de la ascensión del alma: sin tomar atajos entonces, y sin tomar atajos ahora.


Pensad en retrospectiva. ¿Recordáis la emoción de ahorrar diligentemente vuestro dinero para comprar vuestro primer coche usado, y el orgullo y sensación de logro que tuvisteis de adquirirlo por vuestros propios medios?

Sin duda habéis notado cuánto más grande fue vuestra satisfacción que la de los niños contemporáneos, quienes os exigen obsequios nuevos y llamativos salidos directamente de los escaparates de los almacenes. Los valores se determinan en gran medida por vuestro compromiso, motivación y necesidad personal. Como seres dotados de libre albedrío, vosotros habéis venido a crear vuestra propia experiencia, a elegir por vosotros mismos y a saber lo que es dedicar toda vuestra atención y concentración a la consecución de un ideal.


Dicho simplemente, vosotros habéis venido a hacer vuestro trabajo.


Nuestra intención era crear una raza de Superdioses en la Tierra. Cómo es posible que se nos haya pasado por alto lo obvio: que es la chispa de la divinidad en el interior de toda forma de vida la que ostenta dicho título. La esencia del alma es lo que origina la forma y desciende hasta la materia, y ésa es la creación del Creador Supremo que sale de sí mismo; es la Divinidad que se cristaliza en la materia a fin de conocer el proceso de su regreso a la luz. Ése es el propósito de la esencia del alma. El Creador es el único arquitecto capaz de idear semejante diseño.

En nuestro insensato entusiasmo, en nuestra creatividad egocéntrica, creímos que se podía fabricar genéticamente una raza maestra, olvidando que e! propósito mismo de la vida es convertirnos en maestros mediante el proceso de descender a la oscuridad y luego regresar a la Fuente. De lo contrario, no habría razón de separarnos y ser co-creadores. Tal como Adán y Eva en el paraíso, lo habríais tenido todo hecho. No habría existido ninguna motivación o razón para que existiera semejante raza de gigantes.

El Gran Experimento nos dio una lección de humildad, pues el Creador Supremo permitió que la oscuridad destruyera nuestra obra maestra para enseñarnos la deuda kármica, la acción correcta, y una comprensión fundamental del proceso del libre albedrío.

En cierto sentido, somos tan responsables de vuestra esclavitud como lo son los amos de vuestra subyugación. Al haber experimentado la intervención divina, ahora sabemos que intervenir en el karma de cualquier ser vivo es ir en contra de la ley universal, y por eso estáis equivocados si creéis que un Mesías viene a salvaros, o que los extraterrestres bajarán en picado y liberarán a la Tierra de los guerreros enardecidos justo cuando estén a punto de apretar los botones de la destrucción total.


Tenéis que hacerlo vosotros mismos; ahora todo queda en vuestras manos.

Podemos ofreceros conocimiento, apoyo y revelación —nuestro amor—, pero no podemos salvaros. Lo que os podemos proporcionar son las llaves que abren los portales, y ésa ha sido nuestra misión en estas enseñanzas. Pero sois vosotros quienes tenéis que darles la vuelta y entrar. La humanidad, sencillamente, ya no puede seguir escabulléndose en Fantasilandia, fingiendo que os podéis sentar y clavar la mirada en la mancha borrosa de vuestra apatía y esperar que las cosas se resuelvan por sí solas como por arte de magia.


Repetimos que todos los ojos están puestos en vosotros.


El universo está observando, esperando que deis el salto evolutivo que os acerque más a la realización de nuestra visión, porque (a pesar de las apariencias) os estáis convirtiendo en esa raza grandiosa, tal como ha sido siempre la intención del Creador Supremo.

En estos momentos, a medida que sois atraídos cada vez más hacia el vórtice del túnel, estáis siendo recodificados con los filamentos adicionales, una extensión natural de lo que había comenzado como un experimento artificial.


Éste es vuestro legado; os lo habéis merecido, pues como almas en evolución habéis elegido formar parte de la ascensión de una familia solar entera, el gran cuerpo celeste de vuestra Deidad Solar. Sean cuales sean las experiencias en las que habéis centrado vuestra atención hasta este momento, daréis un giro hacia una conciencia más galáctica de vuestro propósito para reencarnaros en la Tierra, conforme ella se dirige hacia su cuerpo tetradimensional.

Sabed que sois parte de una élite de seres, aquellos afortunados que han participado directamente en la ascensión celeste como residentes de planetas que se transmutan desde lo físico hasta el cuerpo de luz. Éstos se cuentan entre los sucesos más raros del universo; constituyen momentos excepcionales en el todo-tiempo.


Y vosotros, quienes estáis despertando, sois parte de ello.



Extracto del libro: "El Cosmos de Alma".

Un despertar para la humanidad.
Capítulo XV - El ADN y el Gran Experimento
Patricia Cori.






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