LUZBY BERNAL

sábado, 31 de julio de 2010

TRADICION ORAL INDIGENA.


Por Edgardo Civallero - Wednesday, Jun. 11, 2008 at 9:06 AM
edgardocivallero@gmail.com
Las culturas indígenas de América Latina componen la estructura étnica y cultural sobre la cual se apoya una gran parte del continente. La pérdida de sus idiomas significa la destrucción de sus medios de transmisión oral, y, por ende, la desaparición de sus saberes, sus historias, sus códigos y sus literaturas. Las bibliotecas pueden jugar un rol importante en la recuperación parcial de tales lenguas y conocimientos. El artículo presenta un breve sumario de las experiencias e ideas del autor, y una exposición detallada del uso de la historia y la tradición oral y las colecciones sonoras en bibliotecas indígenas.
Lic. Edgardo Civallero
Universidad Nacional de Córdoba
Córdoba – Argentina
edgardocivallero@gmail.com http://www.bitacoradeunbibliotecario.blogspot.com http://bibliotecasypueblosoriginarios.blogspot.com http://boletinbibliotecasindigenas.googlepages.com


Los que siempre estuvieron allí…

Existe un numeroso conjunto de términos usados para designar a los pueblos indígenas Todos ellos, de una u otra forma, indican que se trata de grupos humanos que han poblado desde siempre un territorio determinado. Eso significa “aborigen” (del latín “desde el principio”) o “indígena” (del latín “nativo”). Las definiciones empleadas a nivel internacional (p.e. la de Martínez Cobo (1983) o la del Convenio 169 de la OIT (2003)) recalcan esa relación íntima con la tierra, ese sentido de pertenencia, ese auto-reconocimiento de una identidad que ha perdurado a través de las historias y los siglos.
Se trata de esos que siempre estuvieron allí, ocupando las tierras y las aguas que vieron nacer y morir a sus ancestros…
Los pueblos indígenas no son una parte romántica de un pasado terminado, ni una curiosidad de museo de un presente globalizado. Son sociedades que mantienen una fuerte vitalidad, que conservan sus particularidades tradicionales adaptándolas a los nuevos tiempos. Componen una población aproximada de entre 300 y 370 millones de personas, según las últimas estimaciones internacionales (Banco Mundial), organizándose en cientos de grupos y pronunciando aún más de 4000 lenguas y dialectos distintos.
En el espacio latinoamericano, tales sociedades ascienden a 300 ó 400 grupos, incluyendo a más de 30 millones de individuos (Stavenhangen, 1996, entre otros). En países como Bolivia o Guatemala, constituyen mayorías demográficas, componiendo más de la mitad del total poblacional. En otros, como Perú, Ecuador o México, se presentan como una parte innegablemente importante de la población nacional.

Sus destinos fueron radicalmente violentados tras la llegada de los invasores europeos, quienes establecieron regímenes coloniales, se repartieron sus tierras y sus recursos y los condenaron a una existencia semi-esclavizada de la cual tuvieron pocas oportunidades de escapar. Muchos pueblos originarios resistieron la ocupación, ocultándose en zonas inaccesibles o tomando las armas para defender su forma de vida. Las narraciones de sus luchas y sus destinos son de todos conocidas, y componen una de las partes más importantes (y oscuras) de la historia americana. Lamentablemente, incluso tras el nacimiento de los estados independientes en América Latina, los pueblos indígenas continuaron siendo relegados a los últimos estratos sociales, apenas provistos de derechos y cargados de obligaciones, con su identidad fragmentada y silenciada y sus recuerdos casi borrados.
Existieron sociedades nativas que continuaron recordando y que jamás perdieron las esperanzas de poder recobrar, algún día, su derecho a vivir como siempre lo hicieron. En la actualidad, y luego de cinco siglos de opresión, discriminación, exclusión y racismo, algunas de ellas han logrado ocupar el espacio que les corresponde, y si bien no han obtenido ni su independencia ni su autonomía y han perdido muchos de sus rasgos culturales –desvanecidos tras un largo proceso de mestizaje y aculturación- pueden reconocerse “indígenas” y comienzan a recuperar, revitalizar y difundir el patrimonio cultural que ha logrado sobrevivir.
Fueron muchas las que desaparecieron en el camino, las que nunca pudieron levantarse después de su caída, las que fueron dejadas de lado, censuradas o aniquiladas. Los hechos que condujeron a semejantes genocidios, etnocidios y memoricidios escapan a nuestro alcance, y no podemos sino lamentarlos y recordarlos con dolor y vergüenza. Sin embargo, en la actualidad podemos contemplar a nuestro alrededor, en tierras latinoamericanas, como aún florecen cientos de lenguas y culturas originarias que son fieles componentes de nuestra diversidad como especie. Esas, las que aún están a nuestro alcance, son las que debemos respetar, aprender, ayudar y compartir.
Si bien han sido muchos los logros obtenidos por las organizaciones indígenas tras luchas de décadas, su situación socio-económica, política y cultural no es la mejor. A pesar de los convenios internacionales y de las numerosas leyes nacionales y regionales que amparan y garantizan sus derechos, los pueblos aborígenes continúan siendo los grandes olvidados, los desposeídos, los desfavorecidos en el reparto (desigual) del bienestar y los recursos. Continúan siendo presionados por sistemas educativos que no reconocen ni respetan sus rasgos únicos, por esquemas gubernamentales que no atienden a sus reclamos y necesidades, por movimientos religiosos que solo buscan sumar corderos al rebaño, por organizaciones que buscan convertirse en salvadoras sin importar el “cómo”, por estructuras laborales que los emplean como mano de obra barata y casi esclava… Continúan siendo los escarnecidos por las sociedades “blancas”, los señalados como “diferentes”... Los “otros”…
Han logrado muchas victorias, en efecto. Pero sus derrotas y sus carencias deben preocuparnos, porque indican que el paradigma mundial sigue siendo injusto y desequilibrado, sigue sin incluir a los elementos diferentes y particulares, sigue homogeneizando o rechazando, sigue produciendo pobres, sigue condenando a vidas sin futuro…
Los pueblos indígenas son los que siempre estuvieron allí… Aunque, a veces, ni siquiera lo sepamos, o no queramos verlos a nuestro lado.

Sonidos que se callan

Entre las grandes pérdidas sufridas por los pueblos aborígenes en América Latina, se encuentran sus lenguas originarias. Ya en el siglo XVIII, su uso fue prohibido por la monarquía española en los territorios que dominaban, y actos similares se presenciaron en los dominios portugueses. Tras las revoluciones independentistas del siglo XIX, poco caso se les hizo a esos idiomas en Estados que intentaban copiar el modelo europeo de nación, borrando sus particularidades e intentando lograr una imagen compacta y lisa, sin diferencias internas.
Por su amplia difusión, idiomas como el Quechua, el Aymara y el Guaraní (usadas como “lenguas generales” durante el periodo colonial) lograron sobrevivir al impacto provocado por el contacto con la cultura europea. Sin embargo, otras no corrieron la misma suerte. Sus hablantes comenzaron a reducirse, así como los espacios en las que la transmisión oral podía practicarse. Tratándose de pueblos ágrafos –en los cuáles los conocimientos y memorias se transmitían oralmente- la pérdida de sus lenguas significó, además, la desaparición de su historia, de sus valores, de sus costumbres, de su acervo cultural y, en resumidas cuentas, de su identidad como pueblos.
En la actualidad, el proceso no se ha detenido ni se ha revertido. Si bien las sociedades nativas han tomado mayor conciencia de la importancia del empleo de sus idiomas propios y del valor que los mismos poseen, no siempre han logrado que las escuelas incluyan currículas interculturales y bilingües (derecho contemplado en todas las constituciones nacionales de Latinoamérica) o que servicios de difusión masiva, información estratégica o conocimiento valioso sean traducidos. Muchas de ellas –las más minoritarias- continúan situadas en un limbo oscuro, y terminarán por extinguirse cuando su último hablante muera y nadie haga nada por salvar a esas palabras, gramáticas, vocabularios y sonidos de la desaparición.
De acuerdo a las estudios estimativos realizados por diferentes organizaciones vinculadas con la lingüística y la diversidad cultural (incluyendo a UNESCO), a lo largo del siglo XXI desaparecerán el 80 % de las lenguas aún vivas. La mayor parte de ellas pertenecen a pueblos aborígenes, incluyendo a aquellos que habitan América Latina.
Una lengua codifica con sonidos las ideas y cosmovisiones de una cultura. Lo hace en forma única e inimitable. A través de ellas se perpetúan las leyendas que explican el origen de cada elemento de la naturaleza, las historias personales, los mitos de creación, las recetas de cocina, los remedios… A través de ellas, asimismo, se cuentan los métodos de cultivo y de trabajo, las formas de construcción de herramientas e instrumentos, los cantos y danzas, los cuentos y juegos, las normas de convivencia, las leyes comunitarias, los consejos y el recuerdo de los héroes y bandidos populares. Cuando no cuentan con sistemas de escritura, las lenguas se expresan únicamente a través de su tradición oral. La ausencia de escritura –sólo existente, en la actualidad, en cierto porcentaje de lenguas, y no siempre útiles o pertinentes para los hablantes nativos de idiomas minoritarios- proporciona a la lengua hablada mayor valor, dado que se convierte en el único medio de educación y endoculturación que posee un pueblo. Si el idioma desaparece, también desaparece la cultura. Sin cultura no hay identidad. Sin identidad, ningún individuo puede saber de dónde viene, porqué vive o hacia dónde se supone que deben guiarlo sus pasos.
La tradición oral –combinada con otras formas de expresión cultural, como la música, la danza, la pintura o el canto- es aún muy fuerte entre los pueblos originarios de América Latina. Su continuidad se ve amenazada por los procesos de presión y aculturación ya señalados. Si desaparece, los cimientos de las diversas culturas se desvanecerán, y un enorme fragmento del patrimonio cultural intangible de la humanidad se esfumará sin remedio.

La casa de las palabras

No existen vocablos en lenguas indígenas para designar a la biblioteca. En realidad, existen pocas bibliotecas destinadas a pueblos indígenas, al menos en el espacio latinoamericano. Tales instituciones fueron elementos extraños para la visión aborigen, al igual que los libros. Pero los tiempos cambian, los pueblos evolucionan y las instituciones se adaptan. Actualmente, las posibilidades que puede proporcionar una unidad de información a una comunidad nativa son amplias y valiosas, siempre que la propuesta bibliotecaria se adapte a la realidad, las necesidades y las características de la población destinataria.
La biblioteca es una institución gestora de memorias. Recupera, organiza y difunde conocimiento construido pacientemente a lo largo de los siglos, un patrimonio cultural que pertenece a todos, y que, de acuerdo a los más básicos derechos humanos, todos deberían poder acceder libremente. Posee herramientas e instrumentos de trabajo que permiten almacenar y gestionar saber en todas sus formas, y una estructura que le permite adaptarse flexiblemente a las más diversas condiciones, incluyendo o dejando de lado componentes y elementos y proporcionando las respuesta que sus usuarios necesitan.
Con la llegada de las nuevas tecnologías de la información, las posibilidades de la biblioteca se amplían, incluyendo medios y soportes que tradicionalmente no poseía. Pero, aún sin ellas, es una institución poderosa, que podría, a través de un diseño pertinente y de una metodología coherente, convertirse en una entidad útil para aquellas sociedades que ven peligrar su identidad cultural. A través de los servicios de una biblioteca puede recuperarse tradición oral y organizársela de tal manera que sea aprovechada en muchos otros contextos (escolar, académico, artístico, laboral, institucional). Puede, asimismo, liberarse tal conocimiento sonoro / audiovisual a través de las redes digitales, o ser trascripto y escrito para crear libros, o convertirse en material multimedia, o simplemente ser reproducido y compartido dentro de la propia comunidad de origen.
Tales potencialidades no han sido aprovechadas en el ámbito latinoamericano. La mayoría de las propuestas bibliotecarias que han llegado a las comunidades aborígenes han intentado colocar, en el seno de las mismas, modelos populares y públicos europeizados que poco han ayudado al desarrollo y progreso cultural del grupo. En muchos casos se han convertido, además, en cómplices (in)conscientes de seculares mecanismos de aculturación, como la educación oficial o la religión. En resumidas cuentas, las iniciativas bibliotecológicas diseñadas de acuerdo a los requerimientos y realidades de los pueblos indígenas escasean.
El autor ha desarrollado, entre 2001 y 2006, el proyecto “Bibliotecas indígenas” en comunidades Qom, Pit´laxá, Moqoit y Wichi del NE argentino. Se trata de grupos indígenas que han sufrido un severo impacto socio-cultural por parte del propio Estado Argentino, que pocas veces se ha preocupado por su bienestar. El autor inició su trabajo con un acercamiento a las poblaciones aborígenes, y una evaluación cualitativa de sus necesidades de información, de sus problemáticas, de su contexto, de sus recursos y su realidad. Haciendo uso de una perspectiva de desarrollo de base y de una metodología de investigación-acción, y empleando herramientas de evaluación antropológicas, diseñó un perfil de usuario en el cual se plasmaba la propia voz de los destinatarios, sus esperanzas, sus deseos y las soluciones que ellos mismos creían pertinentes para sus problemas relacionados con cultura, lengua y educación.
A partir de tal información, el autor diseñó un modelo de biblioteca “a la medida”. Debido a la escasez de textos en lenguas indígenas, y a la poca utilidad de los libros destinados a lectores aborígenes, la biblioteca se transformó en una colección sonora, en la cual se recogió –en sencillos casetes magnéticos de 60 minutos- la tradición oral de las diferentes comunidades en las que se trabajó. La biblioteca se limitó, pues, a un estante, un bolso o un cajón situado en la escuela comunitaria, en la cual se presentaban y compartían las narraciones y saberes del grupo.
La construcción de tal colección significó un trabajo de horas de grabación, en el cual participaron ancianos y adultos, conservadores de las tradiciones del pueblo. Los contenidos recolectados incluían historia, literatura, leyendas, cantos, relatos, recetas, consejos y tradiciones varias, y estaban relatados en lengua madre, en castellano o en una mezcla de ambas, dada la particular heterogeneidad lingüística de las comunidades indígenas argentinas.
Con esa colección, la escuela se convirtió, en algunas de las poblaciones en las que el autor trabajo, en “la casa de las palabras”, el lugar en el que se guardaba la pequeña biblioteca de sonidos, producto y posesión de toda la comunidad. Con esa colección se apoyaron multitud de actividades escolares (práctica de lectura y escritura en lengua madre y castellano, hora del cuento…) y se generaron servicios como Qadede Idá?at (plan de lectura y narración familiar bilingüe, vid. “Bibliografia general del autor”) o apoyo a difusión de información sanitaria estratégica (combinando el saber bio-médico tradicional con el moderno aportado por médicos y enfermeras que visitaban la comunidad). Se crearon espacios de oralidad con la asistencia de “libros vivientes” (narradores y cuenta-cuentos locales), se recuperaron sonidos casi olvidados, se trascribieron cuentos y leyendas (creando libros a mano, ilustrados por los propios lectores) y se involucró a todo el grupo en un proyecto que sólo buscaba recuperar parte de sus raíces para que volvieran a reverdecer y florecieran.

Historias antiguas, materiales modernos


Un porcentaje importante de los materiales recuperados a través de las grabaciones correspondían a narraciones históricas, en las cuales se contaba el origen semi-mítico del pueblo indígena, o el surgimiento histórico de la propia localidad, los acontecimientos de la historia nacional en la cual el hablante o sus familiares directos habían estado involucrados (incluyendo masacres y violaciones a los derechos humanos silenciadas por la historia oficial) o los pormenores de la propia genealogía. En la trama de estos relatos quedaban incluidos topónimos que dibujaban una antigua geografía ya perdida, y antropónimos que no se encontraban más en uso. Se delineaban, asimismo, ramas genealógicas que permitían –de haberse estudiado en profundidad- relacionar grupos tribales emparentados y seguir sus migraciones a través del amplio espacio chaqueño, sus conflictos con otros grupos étnicos vecinos, sus alianzas y sus establecimientos.
El conocimiento plasmado a través de la oralidad ha sido escasamente recogido en el ámbito académico argentino. La primera mitad del siglo XX contempló el trabajo de antropólogos que apenas si supieron relacionar lo aprehendido de sus informantes indígenas con su realidad. En la segunda mitad, la labor de sociólogos, lingüistas y docentes permitió un acercamiento más profundo, pero muy diversificado y difuso. La producción de tales profesionales está dispersa, y no fue producida para el uso de toda la sociedad argentina (y mucho menos para el empleo por parte de las sociedades indígenas), sino para la consulta por parte de otros académicos. Mientras tanto, docentes, literatos y artistas recogían, desde otra perspectiva y con otros métodos, los mismos saberes, sin mayor éxito. En la actualidad, pocas fuentes (excepto las originales) son realmente confiables a la hora de aprender algo sobre el mundo indígena nacional. Por ende, propuestas como las implementadas por el autor en Chaco, diseñadas a niveles más amplios y profundos y establecidas desde marcos interdisciplinarios y académicos –siempre contando con la total y continua participación de los grupos destinatarios- podrían conducir a una recuperación, empleo y difusión eficaz del conocimiento indígena, siendo pertinente y provechoso tanto para la población no indígena como para los grupos nativos.
Dentro del proyecto “Bibliotecas indígenas” se digitalizaron algunos de los materiales empleados en las “casas de las palabras”, buscando formatos que se adecuaran ala nuevas realidades a las cuáles se enfrentaban las comunidades aborígenes participantes. La brecha digital se hace sentir, pesada y dura, en la mayor parte de las áreas rurales de América Latina, siendo su presencia muy fuerte dentro de las sociedades nativas. Sin embargo, es innegable que, en algún momento de un futuro cercano, tales sociedades tomarán un contacto pleno con las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, y que podrán usarlas en beneficio propio y en el desarrollo de un contacto y un diálogo intercultural fructífero y duradero. Si bien las TICs no son la panacea para ninguno de los males que aquejan a los pueblos originarios, pueden crear espacios de encuentro e intercambio, y generar medios para la revalorización y recuperación de la propia cultura original. Varias propuestas latinoamericanas (no relacionadas, lamentablemente, con las bibliotecas) de portales de lengua y cultura indígena gestionadas por los propios aborígenes demuestran claramente que se abren nuevas posibilidades, con excelentes resultados preliminares. Las bibliotecas no deberían ser ajenas a los mismos, y deberían involucrarse –en forma plena y comprometida- en las búsquedas de los grupos nativos.

Puertas que se cierran, puertas que se abren

Se han realizado numerosos trabajos de recuperación de tradición oral, historia, genealogía y leyendas en el seno de poblaciones indígenas en América Latina. Muchas lenguas ya están comenzando a ser escritas, y algunas editoriales comienzan a realizar tímidos intentos de publicar textos en lenguas madres, destinados a lectores nativos. Lamentablemente, los resultados de tales trabajos son difusos, y la gran mayoría no se han realizado desde las propias comunidades, ni con su consentimiento, ni con su participación. Ni con ellos, ni para ellos. El saber aborigen está diluido, en medio de una atmósfera de desconocimiento y exotismo, lo cual es notorio para todo aquel que intente aprender alguna lengua indígena, o adquirir algunos conocimientos reales sobre la situación, las tradiciones y las costumbres de pueblos aborígenes reales (y no literarios).
La buena noticia es que existen algunos proyectos puntuales relacionados con pueblos originarios que están teniendo excelentes resultados. La mala noticia es que la biblioteca ha tenido poco –o nada- que ver con tales propuestas.
Existe poca formación profesional en relación con esta temática, dentro de las carreras de bibliotecologías latinoamericanas. Existen pocos espacios para su investigación, debate y desarrollo. Existen pocos cursos de formación para bibliotecarios en cuya realidad cotidiana está fuertemente presente el elemento indígena. No hay manuales para planificar una biblioteca destinada a estos usuarios nativos. La gestión de oralidad o el trabajo con lenguas diferentes al español o al portugués no están incluidos entre las destrezas en las que se forma un bibliotecario. La recolección de tradición oral no es, definitivamente, tarea de los bibliotecarios en América Latina. Tampoco la gestión de recursos históricos, lingüísticos o educativos.
La labor en las zonas indígenas es compleja, dado que habitan territorios generalmente alejados de las principales áreas urbanas, o bien sectores urbanos difíciles por la pobreza, la inseguridad, la violencia y a marginación. Los usuarios indígenas siguen cargando, además, con etiquetas seculares que los discriminan y excluyen. Las barreras étnicas y lingüísticas pesan tanto como las sociales a la hora de ofrecerles un servicio de información, formación o, simplemente, recreación.
Hasta que tales puntos problemáticos no cambien, las bibliotecas con servicios para comunidades indígenas continuarán siendo un sueño en América Latina, un sueño similar al de vivir en una sociedad multicultural, diversa y pacífica. Décadas de diferencias y siglos de opresión han construido vallas que dificultan y complican el diálogo abierto y el acercamiento fraterno entre individuos indígenas y no indígenas. Afortunadamente, algunos bibliotecarios soñadores de utopías continúan implementando pequeñas propuestas que intentan romper el silencio y concretar un modelo de biblioteca aborigen exitoso y duradero. Un modelo que pueda aportar un mínimo grano de arena en el proceso de rescate que muchas culturas aborígenes han iniciado, buscando salvar su cultura del silencio y el olvido.
Esta comunicación no ha sido más que un intento de plasmar algunas ideas y esperanzas, para demostrar que, aunque no lo parezca, otra realidad es posible si creemos en ella y no dejamos de intentar.

Bibliografía citada

1. International Labour Organization. 2003. A guide to ILO Convention No. 169. [En línea] /span>http://www.ilo.org/public/english/standards/norm/egalite/itpp/convention/index.htm> [Consulta: 10 noviembre 2006].
2. Martínez Cobo, José, 1983. Estudio del problema de la discriminación contra las poblaciones indígenas. Informe final presentado por el Relator Especial de las UN, Sr. J. Martínez Cobo. Doc.UN.E/CN.4/Sub2/1983/21.
3. Stavenhagen, Rodolfo. 1996. “The challenges of indigenous development”. En Indigenous Development: poverty, democracy and sustainability. Washington: Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Bibliografía general publicada por el autor


1. “Bibliotecas aborígenes: recuperación de un patrimonio olvidado”. En Al filo, revista virtual de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad nacional de Córdoba, nº 8, abril 2006. /span>http://www.fffyh.unc.edu.ar/alfilo>.
2. “Bibliotecas aborígenes: buscando un nuevo paradigma de servicio”. En r020. Revista Digital de Bibliotecología y Ciencias de la Información, marzo de 2004. /span>http://www.r020.com.ar>.
3. “Un modelo innovador de bibliotecas para comunidades indígenas”. Artículo en el portal de la Secretaría de Ciencia y Tecnología (SECyT) de la Universidad Nacional de Córdoba, marzo de 2004. /span>http://www.secyt.unc.edu.ar>.
4. “Bibliotecas aborígenes: elementos para la elaboración de un modelo de biblioteca destinado a comunidades indígenas argentinas”. En Tinkunaku, nº 47, mayo de 2004. /span>http://www.sagpya.mecon.gov.ar/new/0-0/forestación/biblos/aborigenes.pdf>.
5. “Bibliotecas aborígenes: un modelo para comunidades argentinas”. En /span>http://www.inforosocial.org/ponencias/eje04/86.pdf>.
6. La casa de las palabras: un modelo de biblioteca para comunidades indígenas argentinas.
http://eprints.rclis.org/archive/00003049/
7. Las voces sin voz: oralidad y centros de conservación de la memoria.
http://eprints.rclis.org/archive/00003102/
8. Indigenous libraries, utopia and reality : proposing an Argentine model.
http://eprints.rclis.org/archive/00003104/
9. Pueblos primitivos, pueblos civilizados: ideologías subyacentes a los lenguajes documentales.
http://eprints.rclis.org/archive/00004367/
10. Primitive peoples, civilized peoples : Ideologies underlying documental languages.
http://eprints.rclis.org/archive/00004368/
11. The sound library : sound documents and collections as means of recovering and protecting endangerred languages.
http://eprints.rclis.org/archive/00004372/
12. Responsabilidad social del bibliotecario en América Latina.
http://eprints.rclis.org/archive/00005839/
13. Aprender sin olvidar: lineamientos de trabajo para la recuperación de tradición oral desde la biblioteca.
http://eprints.rclis.org/archive/00006746/
14. Qadede Idá?at: ancient tradition running through the family.
http://eprints.rclis.org/archive/00007582/
15. Qadede Idá?at: tradiciones que corren a través de la familia.
http://eprints.rclis.org/archive/00007582/
16. Qadede Idá?at : une ancienne tradition parcourant la famille.
http://eprints.rclis.org/archive/00007582/
17. Bibliotecas y medicina indígena: experiencias en Argentina.
http://eprints.rclis.org/archive/00007599/
18. Libraries and aboriginal medicine: experiences in Argentina.
http://eprints.rclis.org/archive/00007599/
19. Bibliotecas aborígenes: un modelo para comunidades argentinas.
http://eprints.rclis.org/archive/00007602/
20. Guardianes de la fragilidad: bibliotecas públicas, patrimonio intangible y diversidad cultural.
http://eprints.rclis.org/archive/00008060/.
21. Voces en el silencio.
http://eprints.rclis.org/archive/00008105/.
22. Mi mano, tu mano, su mano... ¿nuestras manos? : reflections for socially responsible librarians.
http://eprints.rclis.org/archive/00008881/.
23. Bibliotecas indígenas: un modelo teórico aplicable en comunidades aborígenes argentinas.
http://eprints.rclis.org/archive/00009252/.

http://argentina.indymedia.org/news/2008/06/607102.php
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