"Que Dios haga de
esta Corona una Corona
de Gloria
La Coronacion El Domingo 2 de Noviembre, amaneció claro, todo en Addis Ababa comenzaba a prepararse para el impresionante evento de la mañana. El León Conquistador de la Tribu de Judá y Su Emperatriz recién completaban una noche de oración y devoción en el más alto altar. Durante las primeras horas de la mañana los cantos de alabanza continuaban, acompañados por la danza de los sacerdotes con sus grandes tambores, evocando los Antiguos Ritos Judíos que se usaban en la época en la que el Rey David bailó ante el Arca de la Alianza.
Precedido por pendulares quemadores de incienso, Su Majestad Imperial, ataviado en ropas de comunión de seda blanca, entró al hall ceremonial con una escolta de asistentes y sacerdotes, y tomó Su lugar en el Trono. El estremecedor pero solemne silencio fue suavemente roto por la gutural voz de Su Santidad el Abuna Kyrillos: “Vosotros príncipes y ministros, vosotros nobles y jefes del clero, vosotros profesores y sacerdotes, vean a nuestro Emperador Haile Selassie el Primero, descendido de la dinastía de Menelik el Primero, quien nació de Salomón y la Reina de Saba, una dinastía perpetuada sin interrupción desde la época del Rey Sehale y nuestros tiempos.
Cuarenta y nueve obispos y sacerdotes de este antiguo país Cristiano, en grupos de siete, han ocupado el lugar por siete días y noches en los siete rincones de la Catedral Nacional para cantar sin cesar nueve Salmos de David. Ahora se les han unido cientos más. La establecida Iglesia Etiope Ortodoxa es venerada y “todo poderosa” en Etiopía. Este es un día en el que puede mostrar y muestra su impresionante poder y esplendor.
El Emperador, el cual Su nombre es traducido como “Poder de la Santa Trinidad”, ante las preguntas del Abuna dio Su sagrada promesa de defender la religión Ortodoxa de la Iglesia, apoyar y administrar las leyes del país para el beneficio del pueblo, mantener la integridad de Etiopía, y fundar escuelas para desarrollar el bienestar espiritual y material de sus vasallos.
Cantos y oraciones al Dios de Dioses se elevan desde una multitud de gargantas sacerdotales y resuenan en el elevado techo de la Catedral. Uno por uno con los ritos sagrados y bendiciones de el alto clero Etíope, El recibió las Vestiduras color escarlata y bordadas en oro, la Espada Enjoyada, el Cetro de Oro, el Orbe, el Anillo con Diamante Incrustado, y dos Lanzas con Filigranas de Oro como símbolo de Su posición y responsabilidad. Siguiendo costumbres antiguas, como cuando Samuel ungió a David, y Zodak y Nathan ungieron a Salomón, así el Abuna ungió la Cabeza de Su Majestad con aceite. Siete ungüentos perfumados diferentes de prescripción antigua son recibidos por la Cabeza, Frente y Hombros Imperiales.
Luego El concluyó con las palabras: “Que Dios haga de esta Corona una Corona de Gloria. Que, por la Gracia y la bendición que hemos dado, puedan tener una Fe Inconmovible y un Corazón Puro, para que puedan heredar la Corona Eterna, Que así sea.” Los siglos parecen haber súbitamente retrocedido hasta los rituales Bíblicos.
La asamblea aplaudió sus saludos, y la banda naval ejecutó el Himno Nacional, mientras afuera los cañones rugían un saludo de 101 cañonazos, y ovación tras ovación surgían de parte de los miles de vasallos congregados en las proximidades de la Catedral. Las ceremonias finales fueron una recorrida de la Catedral por parte de Sus Majestades Imperiales. Escoltados por los obispos y sacerdotes, los príncipes y altos dignatarios, asistentes y otros, llevando Ramas de Palmera y cantando en fuerte volumen: “Bendito sea el Rey de Israel!”
http://blogs.clarin.com/kulturazion/category/08-haile-selassie/
Precedido por pendulares quemadores de incienso, Su Majestad Imperial, ataviado en ropas de comunión de seda blanca, entró al hall ceremonial con una escolta de asistentes y sacerdotes, y tomó Su lugar en el Trono. El estremecedor pero solemne silencio fue suavemente roto por la gutural voz de Su Santidad el Abuna Kyrillos: “Vosotros príncipes y ministros, vosotros nobles y jefes del clero, vosotros profesores y sacerdotes, vean a nuestro Emperador Haile Selassie el Primero, descendido de la dinastía de Menelik el Primero, quien nació de Salomón y la Reina de Saba, una dinastía perpetuada sin interrupción desde la época del Rey Sehale y nuestros tiempos.
Cuarenta y nueve obispos y sacerdotes de este antiguo país Cristiano, en grupos de siete, han ocupado el lugar por siete días y noches en los siete rincones de la Catedral Nacional para cantar sin cesar nueve Salmos de David. Ahora se les han unido cientos más. La establecida Iglesia Etiope Ortodoxa es venerada y “todo poderosa” en Etiopía. Este es un día en el que puede mostrar y muestra su impresionante poder y esplendor.
El Emperador, el cual Su nombre es traducido como “Poder de la Santa Trinidad”, ante las preguntas del Abuna dio Su sagrada promesa de defender la religión Ortodoxa de la Iglesia, apoyar y administrar las leyes del país para el beneficio del pueblo, mantener la integridad de Etiopía, y fundar escuelas para desarrollar el bienestar espiritual y material de sus vasallos.
Cantos y oraciones al Dios de Dioses se elevan desde una multitud de gargantas sacerdotales y resuenan en el elevado techo de la Catedral. Uno por uno con los ritos sagrados y bendiciones de el alto clero Etíope, El recibió las Vestiduras color escarlata y bordadas en oro, la Espada Enjoyada, el Cetro de Oro, el Orbe, el Anillo con Diamante Incrustado, y dos Lanzas con Filigranas de Oro como símbolo de Su posición y responsabilidad. Siguiendo costumbres antiguas, como cuando Samuel ungió a David, y Zodak y Nathan ungieron a Salomón, así el Abuna ungió la Cabeza de Su Majestad con aceite. Siete ungüentos perfumados diferentes de prescripción antigua son recibidos por la Cabeza, Frente y Hombros Imperiales.
Luego El concluyó con las palabras: “Que Dios haga de esta Corona una Corona de Gloria. Que, por la Gracia y la bendición que hemos dado, puedan tener una Fe Inconmovible y un Corazón Puro, para que puedan heredar la Corona Eterna, Que así sea.” Los siglos parecen haber súbitamente retrocedido hasta los rituales Bíblicos.
La asamblea aplaudió sus saludos, y la banda naval ejecutó el Himno Nacional, mientras afuera los cañones rugían un saludo de 101 cañonazos, y ovación tras ovación surgían de parte de los miles de vasallos congregados en las proximidades de la Catedral. Las ceremonias finales fueron una recorrida de la Catedral por parte de Sus Majestades Imperiales. Escoltados por los obispos y sacerdotes, los príncipes y altos dignatarios, asistentes y otros, llevando Ramas de Palmera y cantando en fuerte volumen: “Bendito sea el Rey de Israel!”
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