LUZBY BERNAL

domingo, 1 de agosto de 2010

CIENCIA CRISTIANA Testimonio


No lograba quedar

embarazada

Fabián Smara

Mi marido y yo estuvimos casados varios años, sin poder tener hijos. De modo que cuando empezamos a estudiar la Ciencia Cristiana le pedimos a un practicista de esta Ciencia que nos apoyara con su oración.

Durante todo un año, avancé en mi comprensión espiritual y estudié las verdades que me ayudarían a percibir que estamos unidos a Dios, la Vida, el origen de todo. Que somos reflejos de Su ser, pues de Él proviene nuestra vida, nuestras cualidades maternales y paternales, nuestra familia.

Poco a poco comencé a darme cuenta de que no quería ser una madre posesiva y sentir que los niños eran de mi propiedad, sino que quería abrirme a la experiencia de amar más y sobre una base más espiritual. A medida que pude aceptar esto en mi corazón y entender que tener hijos tenía que ver con esta posibilidad de amar más a otros seres y velar por su bienestar, de dar más de mí, de comprender más al Amor divino, me embaracé de mi primera hija. A partir de allí, continuaron las bendiciones, pues, al cabo de tres años, vino nuestra segunda hija.

El estudio de la Ciencia Cristiana me ha ayudado mucho en la crianza de las niñas, porque uno aprende que Dios es el único Creador, el único Padre-Madre. Mary Baker Eddy afirma que Dios es “Mente, Espíritu, Alma, Principio, Vida, Verdad, Amor, incorpóreos, divinos, supremos e infinitos” (Ciencia y Salud, pág. 465). Más adelante responde a la pregunta “¿Qué es el hombre?” diciendo que “el hombre no es materia; no está constituido de cerebro, sangre, huesos y otros elementos materiales. …está hecho a imagen y semejanza de Dios” (Ibíd., pág. 475). Esa semejanza es espiritual, no material.

De esta manera, el saber que Dios es el único Creador, que Él es nuestro Padre y Madre, me llena de confianza para cualquier tarea que tenga que desempeñar, ya sea en el ámbito familiar o profesional, porque toda la sabiduría viene de Él. Además percibimos que cada uno de nuestros hijos también está unido a este Padre-Madre, de un modo indisoluble, perfecto, que esta presencia divina está todo el tiempo ocupándose de mantener nuestra propia perfección, salud, belleza y progreso. Los niños a su vez, a medida que van creciendo y aprendiendo estas verdades, también las aplican en su vida cotidiana con éxito.

Este conocimiento de Dios también me ha dado la fortaleza para enfrentar situaciones inesperadas. Recuerdo que en una ocasión estaba cambiando a mi hija más pequeña de unos siete meses, sobre la cama. Ella siempre se quedaba quieta y me daba la posibilidad de ir a buscar alguna cosa que necesitara para poder cambiarla. Pero en esa ocasión, la bebé giró hasta el borde de la cama y se cayó. Inmediatamente me vino al pensamiento el himno 273 del Himnario de la Ciencia Cristiana, que en una estrofa dice: “Glorifiquemos a Dios por su misericordia”. La levanté en mis brazos y mantuve firme esto en el pensamiento y empecé a cantar este himno repetidas veces. Al cantarlo, pensaba nada más que en la presencia de Dios, el bien. Sentía que esta presencia inundaba mi pensamiento, mi corazón y toda mi experiencia. Al cabo de un rato la bebé dejó de llorar y se durmió tranquilamente. Al día siguiente, amaneció con la misma alegría de siempre.

María Fernanda Smara
El Bolsón, Argentina

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