LUZBY BERNAL

jueves, 19 de agosto de 2010

Que entre el amado

Un mes especial del año, nos permite acercarnos y dar la bienvenida a lo Divino

Los maestros jasídicos nos dicen que el nombre de Elul (el mes anterior a las Altas Fiestas) es el acrónimo de ani ledodi vedodi li —Yo soy de mi amado y mi amado es mío. Cuando el mes de ElulCantar de los Cantares en las noches de viernes en la sinagoga Kol Shadai en la calle Shimshon en Jerusalén. Durante muchos años antes de casarme, me gustaba ir a esta pequeña sinagoga marroquí para dar la bienvenida al Shabat. se acerca, su hermoso nombre siempre me recuerda cómo escuchaba cantar ese versículo del

Sintiéndome un poco como Alicia en el País de las Maravillas, con las piernas demasiado largas y el pelo demasiado rubio, llegaba a tiempo para la oración de la tarde para poder escuchar todo el Cantar de los Cantares entonado en la pausa antes del advenimiento del Shabat con la plegaria de la noche. A pesar que todas las congregaciones sefardíes entonan el Cantar de los Cantares el viernes por la noche, esta sinagoga particular, fue bendecida con voces maravillosas. Los pequeños cantaban, pero no gritaban. Sus padres tenían profundas y jóvenes voces de bajo y sus abuelos, maduras, melodiosas y dulces voces. Por lo general, los marroquíes cantan sus oraciones al unísono, pero aquí, el Cantar de los Cantares y el Leja Dodi del viernes por la noche eran varias actuaciones solistas. Quienquiera subía cantaba primero unas pocas líneas, hasta que alguien lo reemplazaba.

Para mí, que venía de Washington, DC, donde los miembros de la sinagoga pagaban un cantor para permitir que su plegaria fuera lo más pasiva posible, la espontaneidad era maravillosa. Sentí que estaba vagando en el Sinaí con las voces de Kol Shadai mezcladas con las claves más bajas del viento y el desierto.

La galería de las mujeres era un lugar improvisado de viejos bancos de madera simples que cubrían las paredes de una habitación estrecha junto a la sección de los hombres. Entrábamos por un pasillo oscuro, con unos escalones de piedra. Nadie en Washington aceptaría esas condiciones, pero aquí las ancianas que apenas podían caminar entraban y salían lo más campantes. Las mujeres mayores que estaban sentadas en largos bancos de madera con sus manos ahuecadas hacia el Cielo, no sabían leer, pero sabían la liturgia de memoria. Ellas estaban facultadas para dirigir la música. Cuando uno de los hombres se dejaba llevar por su solo, haciendo vibrar o prolongando una nota demasiado tiempo, las mujeres se reían, ¡cantante de ópera! Empujándolo fuera del escenario.

Nunca supe los nombres de las mujeres, pero hubo dos que me gustaban especialmente. Una de ellas era simpática, con los ojos como diamantes y mejillas enjutas. La otra tenía las mejillas altas como manzanas y graciosos y suaves ojos dulces. Cuando nos levantábamos para saludar y e inclinarnos ante la Reina del Sábado al final de Leja Dodi, ella caminaba hasta la puerta abierta, se inclinaba con los brazos extendidos, y besaba la mezuzá. A medida que la Presencia Divina se instalaba, todas las preocupaciones y las luchas de la semana se desvanecían.

Ahora que estoy casada, traigo el Shabat a casa. Cuando llego a la última estrofa de Leja Dodi, abro la puerta y beso la mezuzá. Es un momento de amor y paz.

Di-s está siempre con nosotros, pero no siempre estamos con él. Un día especial de la semana, un mes especial del año, nos permite acercarnos y dar la bienvenida a lo Divino. No importa la preocupación o la lucha, si abrimos la puerta, para que entre el Amado.

jabad.com

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