Publicado 26/08/2011
Oriente Medio
El ex vicepresidente de EE.UU.
Dick Cheney (foto) aconsejó
al presidente George W.
Bush que bombardeara un
reactor nuclear "sospechoso"
en Siria en junio de 2007,
según revela en sus memorias,
que saldrán a la venta el
próximo martes pero de las
que ya se han filtrado algunos
extractos.
Cheney indica que a pesar de
su recomendación el
presidente Bush optó por la vía
diplomática ya que otros
asesores mostraron recelo y argumentaron "la mala inteligencia
que habíamos recibido sobre las armas de destrucción masiva
en Irak", según recoge el diario "The New York Times", que ha
tenido acceso a una copia.
El ex vicepresidente, uno de los hombres más poderosos durante
el mandato de Bush, entre 2001 y 2009, subraya en que insistió
sobre la importancia estratégica de este reactor pero fue la
"única voz" con esa posición en la sala en la que se trató el tema.
A pesar de la vía diplomática elegida por Estados Unidos,
Israel bombardeó el lugar en septiembre de 2007.
Según el diario, el libro "In My Time: A Personal and Political
Memoir" tiene un tono agresivo en el que no muestra
arrepentimiento sobre muchas de las decisiones más
controvertidas que se tomaron durante el Gobierno de Bush,
de quien asegura que fue un "extraordinario líder".
En una entrevista concedida a la cadena de televisión NBC
ha asegurado que su libro causará polémica: "van a estallar
cerebros por todo Washington", vaticinó.
Una de las figuras contra las que carga es el entonces
secretario de Estado, Colin Powell, a quien acusa de debilitar
al presidente Bush expresándole sus dudas en privado sobre
la guerra de Irak y reconoce que él mismo propuso que fuera
destituido de su cargo tras las elecciones de 2004 por sus
críticas a la Administración.
También carga contra la sucesora de Powell, la ex
secretaria de Estado Condoleezza Rice, por su "ingenuidad"
al tratar de conseguir
Dick Cheney (foto) aconsejó
al presidente George W.
Bush que bombardeara un
reactor nuclear "sospechoso"
en Siria en junio de 2007,
según revela en sus memorias,
que saldrán a la venta el
próximo martes pero de las
que ya se han filtrado algunos
extractos.
Cheney indica que a pesar de
su recomendación el
presidente Bush optó por la vía
diplomática ya que otros
asesores mostraron recelo y argumentaron "la mala inteligencia
que habíamos recibido sobre las armas de destrucción masiva
en Irak", según recoge el diario "The New York Times", que ha
tenido acceso a una copia.
El ex vicepresidente, uno de los hombres más poderosos durante
el mandato de Bush, entre 2001 y 2009, subraya en que insistió
sobre la importancia estratégica de este reactor pero fue la
"única voz" con esa posición en la sala en la que se trató el tema.
A pesar de la vía diplomática elegida por Estados Unidos,
Israel bombardeó el lugar en septiembre de 2007.
Según el diario, el libro "In My Time: A Personal and Political
Memoir" tiene un tono agresivo en el que no muestra
arrepentimiento sobre muchas de las decisiones más
controvertidas que se tomaron durante el Gobierno de Bush,
de quien asegura que fue un "extraordinario líder".
En una entrevista concedida a la cadena de televisión NBC
ha asegurado que su libro causará polémica: "van a estallar
cerebros por todo Washington", vaticinó.
Una de las figuras contra las que carga es el entonces
secretario de Estado, Colin Powell, a quien acusa de debilitar
al presidente Bush expresándole sus dudas en privado sobre
la guerra de Irak y reconoce que él mismo propuso que fuera
destituido de su cargo tras las elecciones de 2004 por sus
críticas a la Administración.
También carga contra la sucesora de Powell, la ex
secretaria de Estado Condoleezza Rice, por su "ingenuidad"
al tratar de conseguir
un acuerdo con Corea del Norte sobre el programa nuclear de ese país, que EE.UU. sostiene que tiene como fin lograr armas atómicas. Otro de los asuntos que trata el libro es los métodos empleados en los interrogatorios en la lucha contra el terrorismo como el uso de prácticas como la simulación de un ahogamiento, conocido como "waterboarding".
Cheney defiende estas prácticas a las que se refiere como "interrogatorios duros" y rechaza el calificarlos como
"tortura" porque según explica se consiguió extraer
información que salvó vidas.
El ex vicepresidente apunta también con ironía que el
actual presidente, el demócrata Barack Obama, no ha
conseguido cerrar la prisión de Guantánamo, como
había prometido, y se muestra en contra de su decisión
de traer a casa los 33.000 soldados adicionales que
envió en 2009 a Afganistán en septiembre de 2012.
El libro empieza con la experiencia de Cheney durante
los ataques terroristas del 11 de septiembre, cuando
prácticamente tuvo que asumir el control del país
desde el búnker de la Casa Blanca al encontrarse Bush
fuera de Washington y fallar las comunicaciones.
En este capítulo subraya que no quiso hacer ninguna
declaración a la prensa entonces para no socavar la
figura del presidente. "Hubiera sido malo para él y
para el país", apunta.
"Estábamos en guerra. Nuestro comandante en jefe
necesitaba ser percibido en el cargo fuerte y con
resolución, como George W. Bush lo era", subraya.
Cheney, que cuando llegó a la Casa Blanca había
sufrido cuatro infartos, revela que tenía preparada
una carta de dimisión secreta para que en caso de
que le diera un infarto o sufriera una apoplejía uno
de sus ayudantes se la entregara a Bush.
La carta está fechada el 28 de marzo de 2001, dos
meses después de que asumiera el cargo, y explica
que lo hizo para no causar problemas al Gobierno
ya que no hay un mecanismo para destituir a un
vicepresidente incapacitado para cumplir sus
funciones.
EFE-AURORA ISRAEL
Cheney defiende estas prácticas a las que se refiere como "interrogatorios duros" y rechaza el calificarlos como
"tortura" porque según explica se consiguió extraer
información que salvó vidas.
El ex vicepresidente apunta también con ironía que el
actual presidente, el demócrata Barack Obama, no ha
conseguido cerrar la prisión de Guantánamo, como
había prometido, y se muestra en contra de su decisión
de traer a casa los 33.000 soldados adicionales que
envió en 2009 a Afganistán en septiembre de 2012.
El libro empieza con la experiencia de Cheney durante
los ataques terroristas del 11 de septiembre, cuando
prácticamente tuvo que asumir el control del país
desde el búnker de la Casa Blanca al encontrarse Bush
fuera de Washington y fallar las comunicaciones.
En este capítulo subraya que no quiso hacer ninguna
declaración a la prensa entonces para no socavar la
figura del presidente. "Hubiera sido malo para él y
para el país", apunta.
"Estábamos en guerra. Nuestro comandante en jefe
necesitaba ser percibido en el cargo fuerte y con
resolución, como George W. Bush lo era", subraya.
Cheney, que cuando llegó a la Casa Blanca había
sufrido cuatro infartos, revela que tenía preparada
una carta de dimisión secreta para que en caso de
que le diera un infarto o sufriera una apoplejía uno
de sus ayudantes se la entregara a Bush.
La carta está fechada el 28 de marzo de 2001, dos
meses después de que asumiera el cargo, y explica
que lo hizo para no causar problemas al Gobierno
ya que no hay un mecanismo para destituir a un
vicepresidente incapacitado para cumplir sus
funciones.
EFE-AURORA ISRAEL
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