que me contó
Aurelio Díaz
Tekpankalli,
jefe espiritual de
la Iglesia Nativa
Americana de
Itzachilatlan, hace
mucho tiempo,
la humanidad
entera era una sola
unida por una conciencia común.
Un mito es un mito, ya lo sabemos. Carece de valor científico e histórico y no debe ser juzgado con los criterios de la mente racional. No obstante, el mito moviliza en nosotros un impulso y proporciona una comprensión íntima que la mente racional es incapaz de generar.
Atendiendo al mito lakota, y aún corriendo el riesgo de una excesiva simplificación, podemos observar, en efecto, que la raza blanca (procedente del Norte) ha desarrollado enormemente la percepción racionalista de la realidad, lo que ha dado lugar al desarrollo de las ciencias, y de sus aplicaciones tecnológicas.
Al mismo tiempo, parece ser que la raza negra (situada en el Sur) es la que conserva la mayor fortaleza biológica, la mayor conciencia corporal. Así mismo, podríamos decir que las culturas situadas en el Oriente son las que han desarrollados la más sofisticada y avanzada tecnología interior gracias a la cual es posible la conexión con el Espíritu.
Y por último, es conocida la sensibilidad que los nativos americanos han desarrollado en su relación con el resto de los seres vivos que conformaron sus nichos ecológicos.
Tal vez haya llegado el momento, propiciado por la velocidad y la calidad de los sistemas de comunicación, en el que las distintas familias que conforman la Humanidad pongamos en común los logros alcanzados y limemos los excesos cometidos. Siento que la relación Oriente-Occidente debería ser concebida desde esta óptica.
Cusi Huasi
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