LUZBY BERNAL

jueves, 23 de diciembre de 2010

 

Shemot(Éxodo 1:1-6:1)

Shemot 5771

Comienza el Jumash Shemot narrando el primer exilio del pueblo de Israel (Egipto 210 años), contándonos acerca de la dura esclavitud y el mandato de un nuevo Faraón (Paró) el cual no conoció a Yosef (Shemot 1:8) - hay quien dice que no quiso recordarlo.
Hashem se aparece a Moshé en la zarza ardiente (Shemot 3:4) y le dice: “He escuchado el sufrimiento del pueblo de Israel y la dura esclavitud que están sufriendo, ve y dile a Paró que los deje salir” (Shemot 3:10).
Moshé al escuchar estas palabras responde diciendo: “No soy hombre de palabras”, “Lo ish devarim anoji” (Shemot 4:10) a lo que Dios responde: “¿Quién le dio la boca al hombre?” (Shemot 4:11). Los mefarshim como el Eben Ezra y el Rambán, nos explican que Hashem le dijo a Moshé que Él guiaría su boca.
Maayaná Shel Torá dice así: ¿Por qué especialmente El Eterno escogió a un tartamudo para sacar al pueblo de Israel de Egipto? y contesta el Ran (Rabeinu Nissim) que Hashem no quería que el pueblo dijera que porque Moshé fue un gran orador convenció al Faraón, sino que la historia tenía que ser escrita así, que aun con todas las dificultades de su habla, “No soy hombre de palabras”, fue el Eterno quien guió su boca, llevó a cabo todos los milagros y sacó a Israel de la esclavitud hacia la libertad.
Por otro lado, al principio del Jumash Devarim dice así: “Estas son las palabras que habló Moshé ante todo el pueblo de Israel” (Devarim 1:1).
Cabe preguntar lo siguiente: Por un lado Moshé dice no ser hombre de palabras y por el otro nos dice que éstas son las palabras que habló Moshé frente a todo el pueblo de Israel, lo cual parece una contradicción. ¿Es un hombre de palabras o no? (Midrash Debarim 1:1 y Yalkut Shimoni 57:172).
Antes de Matán Torá Moshé no era hombre de palabras, como él dijo “No soy hombre de palabras”, pero cuando el hombre recibe el yugo de la Torá sobre él, ya es hombre de palabras. Y esto ocurre porque, como ya sabemos, antes de Matán Torá no había cura para muchas enfermedades, pero en la entrega de las santas escrituras todos se curaron, el ciego vio, el mudo habló, y el sordo oyó. Y así también, Moshé Rabeinu que era tartamudo, pudo hablar. Sobre lo cual se dice: “Y estas son las palabras que habló Moshé ante todo el pueblo de Israel” (Ele hadebarim asher diber Moshé el kol Israel).
Hashem le contestó a Moshé: “¿Quién le dio la boca al hombre?”. Lo mismo ocurre con todo aquel que recibe el yugo de la Torá, Hashem “le da boca al hombre”.
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Cuentan que en Polonia alrededor del año 1920, el Ministro de educación impuso un nuevo decreto por medio del cual obligaba a las Ieshivot a impartir todas las materias que se enseñaban en las escuelas Polacas. Al escuchar esto, el Jafetz Jaim hizo una cita y se presentó en el ministerio de educación. A pesar de que le habían puesto un traductor (Idish-polaco), cuando el ministro lo vio y lo escuchó hablar un poco en Idish dijo así: “Al contemplar a este hombre no necesito entender sus palabras, entiendo el mensaje de su corazón y anulo el decreto de las materias polacas a las Ieshivot”. “¿Quién le dio la boca al hombre?”.
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La Guemará en Masejet Jaguigá (3a) nos narra la historia de dos hermanos mudos (“No soy hombre de palabras”) que con gran persistencia y ahínco asistían diariamente al Midrash de Rabí Yehuda Hanasí. Su presencia reflejaba amor y pasión por la Torá.
Se veía en sus ojos que a pesar de su impedimento, soñaban con preguntar y participar en todas las cuestiones que alumbraba el Midrash. Rabí Yehuda Hanasí le pidió a Dios por estos dos mudos y Hashem escuchó su plegaria.
A la mañana siguiente empezaron a hablar y resultó que sabían todas las Mishnaiot y la Guemará y toda la Torá de memoria, “¿Quién le dio la boca al hombre?”
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Si Hashem es el que nos da la boca y la fuerza de la palabra, tenemos que saber cómo y cuándo utilizarla, y tratar siempre de hacer con ella la voluntad de nuestro Creador.
Cuando nuestro Patriarca Abraham Abinu, junto con su esposa Sará y su sobrino Lot, llegan de Ur Casdim a Israel, no había que comer. Van a Egipto y allí le pide Abram a Sarai que diga ser su hermana ya que por su belleza, los Egipcios podían matarlo para robársela (Bereshit 12:14). Lot se queda callado y no revela el secreto.
Mas tarde, cuando Hashem destruye Sodoma y Gomorra, dice el Pasuk que Dios recordó a Abraham y salvó a Lot (Bereshit 19:29). Explica Rashí, que recordó ese silencio de Lot en Egipto y por ese mérito lo salvó. “No soy hombre de palabras”.
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El Jumash de Vaikra (10:3), nos narra el desgarrador suceso de la muerte de los dos hijos de Aharón, Nadab y Avihu. Murieron al traer un fuego impropio ante El Eterno (Esh Zara). Al escuchar Aharón, la Torá atestigua: “Vaidom Aharon” “No soy hombre de palabras”). La palabra Vaidom tiene Guematria de 60. Esto nos insinúa, que por su grandeza de quedarse callado, tuvo el mérito de las 60 letras que componen la bendición de los Cohanim, que recibimos diariamente desde entonces hasta nuestros días (Bamidbar 6:24). (quedó callado,
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Que no se nos olvide quién le da la boca al hombre (Hashem), para qué la debemos utilizar (Divrei Torá), y qué cosas no debemos hablar (Lashón Hará). Como todos sabemos, las bendiciones del Jafetz Jaim (1849-1933) se cumplían, ¿Por qué? Porque pensaba 10 veces antes de hablar. En una ocasión, un muchacho barría el piso en la Ieshivá de Radin y al verlo el Jafetz Jaim le dijo: “que estés muy bien” y este hombre vivió 100 años. Hablar es plata, y callar es oro cuando uno debe guardar silencio. Dice un proverbio, que el hombre cava su tumba con su boca. Pero pensar lo que vamos a decir, eso es Mundo venidero.
Publicado: 23/12/2010 
publicado : Aish latino

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