LUZBY BERNAL

sábado, 11 de diciembre de 2010

UNA POSIBLE EXPLICACIÓN POR LA QUE MUCHOS PREDICADORES NO QUIEREN HABLAR DEL REINO DE DIOS

apologista | Diciembre 11, 2010 at 5:14 pm | Etiquetas: Evangelio, fobia, mensaje, predicación, REINO | URL: http://wp.me/p6Hrw-7UZ

 
 

Por Ingº Mario A Olcese (Apologista) 
En una ocasión, una gran amiga mía, que ahora se identifica plenamente con nuestro mensaje del reino, y que es parte de una iglesia evangélica, fue invita un día por su pastor para que predicara algo para el próximo culto dominical de la iglesia, y por supuesto ella accedió de buena para así aprovechar la oportunidad para hablar sobre el evangelio del reino. Cuando llegó el día señalado, ella subió al estrado y comenzó con su exposición sobre el reino de Dios, y mientras ella iba desarrollando el tema, el pastor de la iglesia se puso medio incómodo por el mensaje que estaba dando a la grey, pues hablaba sobre un gobierno divino mundial que Cristo inauguraría con sus fieles seguidores en el trono de David en Jerusalén; un mensaje que por cierto nunca antes se había predicado en esa iglesia y que produjo distintas reacciones de los asistentes, incluyendo al mismo pastor. Terminada la reunión el pastor se le acercó a la hermanita para decirle, entre otras cosas, que parecía una Testigo de Jehová la que estaba en el púlpito porque la prédica del reino, según el pastor, era exclusiva o propia de los Testigos de Jehová, y no de los evangélicos. Por supuesto que mi amiga le replicó al pastor que el mensaje del Reino es el mensaje de Cristo y de sus apóstoles, y que éste se encuentra en las parábolas de Jesús, y en las prédicas de los apóstoles, especialmente de Santiago, de Juan, de Pedro y del mismo apóstol Pablo entre los gentiles, y que lo que variaba eran las interpretaciones del mismo, entre las cuales están la de los Testigos de Jehová.
Estimados amigos que leen este blog con mucho interés y avidez de aprender sobre el Reino de Dios y de otros temas bíblicos: El mensaje central de la Biblia que reconocen la mayoría de eruditos bíblicos es Cristo, su obra vicaria y su reino. Y si bien los Testigos de Jehová han hecho mucho hincapié en este tema desde su fundación, al punto de hacerlo su “logo” o “marca de fábrica”, ¡éste no es un tema exclusivo o distintivo de una denominación! Y es que el Reino de Dios siempre fue predicado por los cristianos de todas las épocas, pero con distintos matices, incluso con ideas que se apartaban mucho del concepto original Judío que preconizaba una era mesiánica gloriosa, con un reino davídico restaurado en Jerusalén por un descendiente real de David, el cual restauraría las glorias pasadas de Israel y que traería la paz y la justicia para la humanidad toda.
El Reino de Dios, por tanto, no es una doctrina de la Watchtower de los Testigos de Jehová, y nunca lo será. Ahora bien, es cierto que los Testigos lo predican insistentemente, y sacan pecho por ello. Sin embargo, la interpretación que hacen del reino sólo la creen ellos y nadie más, lo cual lo hace impopular e inverosímil. Claro que los católicos romanos no escapan de este mismo defecto, ya que ellos tienen un concepto del reino muy propio de ellos, es decir,  como un sinónimo de la iglesia católica misma. Esto quiere decir que para los católicos romanos el reino es la misma iglesia católica, y no una monarquía davídica que se restaurará en Jerusalén tal como lo predican y esperan los judíos ortodoxos, mesiánicos, nazarenos,  sionistas, etc.
En cuanto a los evangélicos, para ellos el reino de Cristo tiene dos facetas que desconciertan: una dice que es un “reinado de Cristo” en el corazón del creyente”, y la otra es que Jesús inaugurará su reino milenial en la tierra cuando él regrese con su iglesia desde el cielo después de la gran tribulación. Para otros evangélicos, el reino es un asunto que debemos construir nosotros como iglesia, convirtiendo al mundo entero para Cristo antes de que él vuelva al mundo. Es decir, suponen que la tarea de restaurar el mundo a la justicia y a la paz es nuestra y no la de Cristo. Para los “preteristas extremos”, el reino es algo que ya se cumplió con el establecimiento de la iglesia en Pentecostés, y por tanto ya no hay nada más que hacer al respecto, salvo extender ese reino/iglesia en el mundo. No hay un “reino en el corazón” del cristiano, ni tampoco un reino de justicia y paz que debemos establecer por nuestros esfuerzos antes de la vuelta de Jesús. Ni un futuro reino mesiánico literal y teocrático en la tierra. Todo está en el pasado y punto.
Regresando a los Testigos de Jehová, ellos hacen del reino su mensaje primordial, lo cual, a primera vista parece estupendo, pero cuando nos enteramos de lo que ellos entienden por el reino de Dios, descubrimos absurdos y contradicciones que no tienen parangón alguno. Ellos creen que el reino es desde los cielos, y que los gobernantes del mismo se quedarán allá para dirigir al resto de los Testigos de Jehová que ellos llaman “la grande muchedumbre” y que vivirá en la tierra para siempre. Como vemos, ellos no sólo trasladan el reino a otra esfera, sino que dividen al rebaño del Señor en dos tipos de personas: la clase de los gobernantes que vivirán en el cielo, o también llamada “La manada pequeña”, y la clase terrenal o “la grande muchedumbre” que vivirá y gobernará con Cristo en el cielo. Esta extraña división convierte a Yahwe en un Dios que hace acepción de personas dentro de la fe, cosa que Dios repudia, sin duda.
Pero repito lo mismo, estimados amigos, la predicación del Reino es 18 siglos antes de que los Testigos de Jehová existieran, y era la esperanza de los primeros padres apostólicos, de los apologistas de los primeros tres siglos de la Era Cristiana. Clemente, por ejemplo, fue discípulo de los apóstoles y el tercer obispo de Roma. Generalmente se le considera como autor de una carta escrita hacia el año 96 desde Roma a la iglesia de Corinto, y conocida como “La Primera de Clemente” en la colección de antiguos documentos llamada: “Los Padres Apostólicos”. Escribe Clemente: “Los apóstoles recibieron el evangelio del Señor Jesucristo; Jesús el Cristo fue enviado por Dios. Así Cristo viene de Dios, y los apóstoles, de Cristo. En ambos casos, el ordenado procedimiento depende de la voluntad de Dios. Así, después de eso, cuando los apóstoles habían recibido las instrucciones, y se habían disipado todas las dudas por la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, salieron con la confianza del Espíritu Santo a predicar las buenas nuevas de la venida del Reino de Dios. Predicaron en el campo y en la ciudad, y nombraron los primeros convertidos, después de probarlos en el Espíritu, para que fueran obispos y diáconos de los futuros creyentes“.
También Ignacio de Antioquía escribió: “No os hagáis ilusiones, hermanos míos. Los que corrompen una familia, no heredarán el reino de Dios” (Ignacio de Antioquía, carta a los Efesios XVI, 1)
La Didache, capítulo XVI trata sobre el pensamiento teológico y dice que no sabemos cuándo o a qué hora vendrá el Señor. En los últimos días aumentarán los falsos profetas, y luego aparecerá el extraviador del mundo. Es una parte fundamental del pensamiento cristiano: 1).- el retorno del Cristo glorificado, y el inicio del reino. 2).- La resurrección y la participación de ese reino. El final no es la destrucción, es la plenitud de la vida, de la participación de Dios.
Ireneo pasa a defender la idea de un reinado terrenal del Mesías, interpreta en ese sentido las promesas hechas por Dios a Abraham, la bendición de Isaac a Jacob, testimonios de Isaías, Ezequiel, Jeremías y Daniel, así como la promesa de Jesús de volver a beber del fruto de la vid con sus discípulos en el Reino del Padre, la parábola de los siervos vigilantes, la promesa del banquete mesiánico, el texto del Apocalipsis de Juan y la tradición joánica recogida por Papías (Adv. Haereses V, 32-36) Entiende que todos estos testimonios no son alegóricos de las bendiciones celestiales, sino presentes en la Jerusalén terrenal, tras la venida del Anticristo y la resurrección
Por su lado, JUSTINO conoce y adopta la interpretación judía del Reino mesiánico relacionado con la estancia en el Edén: será una vuelta a las condiciones paradisíacas: 
(…)(los cristianos) “no sólo admitimos la futura resurrección de la carne, sino también mil años en Jerusalén, reconstruida, hermoseada y dilatada como lo prometen Ezequiel, Isaías y los otros profetas“ 
Y tras citar a Isaías (65,17-25) interpreta: 
“Lo que en estas palabras, pues, se dice -dije yo-: ‘Porque según los días del árbol de la vida, serán los días de mi pueblo, envejecerán las obras de sus trabajos’, entendemos que significa misteriosamente los mil años. Entendemos también que hace también a nuestro propósito aquello de ‘Un día del Señor es como mil años’. Además hubo entre nosotros un varón por nombre Juan, uno de los apóstoles de Cristo, el cual, en revelación que le fue hecha, profetizó que los que hubieren creído en nuestro Cristo, pasarán mil años en Jerusalén; y que después de esto vendría la resurrección universal y, para decirlo brevemente, la eterna resurrección y juicio de todos unánimemente. Lo mismo vino a decir también nuestro Señor: ‘No se casarán ni serán dadas en matrimonio, sino que serán semejantes a los ángeles, hijos que son del Dios de la resurrección’ (Lc. 20,35-36)” (’Diálogo con Trifón’ 80-81)
La misma postura vemos en TERTULIANO, aunque influenciado por los gnósticos de alguna manera, él creía en una partida al cielo de los salvos después del reino terrenal de mil años: 
“Confesamos que nos ha sido prometido un reino aquí abajo aún antes de ir al cielo, pero en otra condición de cosas. Este reino no vendrá sino después de la resurrección, y durará mil años en la ciudad de Jerusalén que ha de ser construida por Dios. Afirmamos que Dios la destina a recibir a los santos después de su resurrección, para darles un descanso con abundancia de todos los bienes espirituales, en compensación de los bienes que hayamos menospreciado o perdido acá abajo. Porque realmente es digno de él y conforme a su justicia que sus servidores encuentren la felicidad en los mismos lugares en los que sufrieron antes por su nombre. He aquí el proceso del reino celestial: después de mil años, durante los cuales se terminará la resurrección de los santos, que tendrá lugar con mayor o menor rapidez según hayan sido pocos o muchos sus méritos, seguirá la destrucción del mundo y la conflagración de todas las cosas. Entonces vendrá el juicio, y cambiados en un abrir y cerrar de ojos en sustancia angélica, es decir, revistiéndonos de un manto de incorruptibilidad, seremos transportados al reino celestial” (’Adversus Marcionem’ Libro III,24).
Con el transcurso del tiempo, y por la influencia de los platónicos y los gnósticos, ciertos destacados padres de la iglesia como orígenes y San Agustín introdujeron en la iglesia un concepto del reino distinto del original Hebreo que perdura hasta el día de hoy en la mayoría de las iglesias llamadas “cristianas”.
Pero el punto es este: mientras perdure la idea de que la doctrina del reino de Dios sabe a Testigos de Jehová o a judaísmo, el avance del mensaje del reino seguirá siendo lento y tedioso. Es urgente que tomemos conciencia de que el mensaje del reino se origina de las Escrituras y no de una secta en particular. Debemos, por tanto, reconocer que mientras no difundamos rápidamente este mensaje al mundo entero como testimonio, nuestro Señor no volverá con la presteza que anhelamos y pedimos.

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